por Andreas Faber-Kaiser
1992
de
AFK Website
Los indios hopi, asentados en el estado norteamericano de Arizona, y
que afirman proceder de un continente desaparecido en lo que hoy es
el océano Pacífico, recuerdan que sus antepasados fueron instruidos
y ayudados por unos seres que se desplazaban en escudos voladores, y
que les enseñaron la técnica de la construcción de túneles y de
instalaciones subterráneas.
Muchas otras leyendas y tradiciones indígenas del continente
americano hablan de la existencia de redes de comunicación y de
ciudades subterráneas.
Existe una nutrida literatura y suficientes investigadores que
mantienen la hipótesis de que debajo de la superficie de nuestro
planeta habitan seres inteligentes desconocidos por nosotros.
Existen diversas hipótesis acerca de la posibilidad de que
inteligencias procedentes de fuera de nuestro planeta posean puntos
de apoyo subterráneos o subacuáticos en el planeta Tierra. No voy a
entrar aquí en el análisis de estas posibilidades, ya que forman
parte de otro estudio que merece su propia dedicación.
De forma que
no voy a hablar de organizaciones como la Hollow Earth Society (Sociedad
de la Tierra Hueca) o el SAMISDAT, que buscan establecer contacto
con supuestos habitantes del interior del planeta, la primera,
mientras que la segunda echa leña al fuego de la existencia de toda
una organización de ideología nazi —naturalmente vinculada a los
personajes dirigentes de la Alemania nazi— que sobrevive bajo la
piel de nuestro planeta, con entradas a su mundo especialmente en el
polo Norte y de la Amazonía brasileña.
No voy a hablar de tales
organizaciones ni de otras similares, ni voy a entrar en el tema de
Shamballah ni de Agartha —supuestos conceptos de lo que serían unos
centros de control subterráneos en los confines del Asia central— ni
en el del supuesto 'Rey del Mundo', porque no es el momento de negar
ni de confirmar la validez de todos estos supuestos. El día en que
crea oportuno hablar de ellos, lo haré de la forma más clara posible.
Voy a centrarme en este artículo en los lugares que, en el
continente americano, tienen mayores posibilidades de conectar con
este mundo inteligente subterráneo que aflora en muchas narraciones
de los indios del Norte, del Centro y del Sur de este vasto
continente, recogidas desde la época de la conquista hasta nuestros
días. Para darle algún orden a la exposición de estos lugares —y
dado que la datación cronológica de los supuestos túneles se pierde
en la indefinición— voy a recorrer en las páginas que siguen América
comenzando por el Norte para terminar, en trayecto descendente sobre
el mapa, en el Norte de Chile.
Quede dicho, antes de descender, que hay más de un investigador que
afirma que el polo Norte alberga tierras cálidas y la entrada hacia
un mundo interior.
EL MONTE SHASTA
Los indios hopi afirman que sus antepasados proceden de unas tierras
hundidas en un pasado remoto en lo que hoy es el océano Pacífico. Y
que quienes les ayudaron en su éxodo hacia el continente Americano
fueron unos seres de apariencia humana que dominaban la técnica del
vuelo y la de la construcción de túneles e instalaciones
subterráneas. Los hopi están asentados hoy en día en el estado de
Arizona, cerca de la costa del Pacífico. Entre ellos y la costa, se
halla el estado de California. Y en el extremo norte de este estado
existe un volcán nevado, blanco, llamado Shasta.
Las leyendas indias
del lugar explican que en su interior se halla una inmensa ciudad
que sirve de refugio a una raza de hombres blancos, dotados de
poderes superiores, supervivientes de una antiquísima cultura
desaparecida en lo que hoy es el océano Pacífico. El único supuesto
testigo que accedió a la ciudad, el médico Dr. Doreal, afirmó en
1931 que la forma de construcción de sus edificios le recordó las
construcciones mayas o aztecas.
El nombre Shasta no procede del inglés, ni de ninguno de los idiomas
ni dialectos indios. En cambio, es un vocablo sánscrito, que
significa "sabio", "venerable" y "juez". Sin tener noción del
sánscrito, las tradiciones indias hablan de sus inquilinos como de
seres venerables que moran en el interior de la montaña blanca por
ser ésta una puerta de acceso a un mundo interior de antigüedad
milenaria.
Notificaciones más recientes de los habitantes de la cercana colonia
de leñadores de Weed refieren apariciones esporádicas de seres
vestidos con túnicas blancas que entran y salen de la montaña, para
volver a desaparecer al tiempo que se aprecia un fogonazo azulado.
Narraciones recogidas de los indios sioux y apaches confirman la
convicción de los hopi y de los indígenas de la región del monte Shasta, de que en el subsuelo del continente americano mora una raza
de seres de tez blanca, superviviente de una tierra hundida en el
océano. Pero también mucho más al norte, en Alaska y en zonas más
norteñas aún, esquimales e indios hablan una y otra vez de la raza
de hombres blancos que habita en el subsuelo de sus territorios.
UNA CIUDAD BAJO LA
PIRÁMIDE
Descendiendo hacia el Sur, recogí en la primavera de 1977 en México
la creencia de que bajo la pirámide del Sol en Teotihuacán (la
"ciudad de los dioses"), se esconde por el lado opuesto de la
corteza terrestre —o sea en el interior del subsuelo— una ciudad en
la cual se afirma que se halla el dios blanco.
400 EDIFICIOS
VÍRGENES
Si de aquí nos trasladamos a la península del Yucatán, hallaremos en
su extremo norte, oculta en la espesura de la selva, una ciudad
descubierta en 1941 que se extiende sobre un área de 48 km2, y que
guarda en el silencio del olvido más de 400 edificios que en alguna
época remota conocieron esplendor.
Fue hallada por un grupo de
muchachos que, jugando en las inmediaciones de una laguna en la que
solían bañarse, se toparon con un muro de piedras trabajadas, oculto
por la vegetación. No teniendo los mexicanos recursos suficientes
para acometer la exploración del lugar, requirieron ayuda
norteamericana, acudiendo dos arqueólogos especializados en cultura
maya, adscritos al Middle American Research Institute de la
Universidad de New Orleans.
También ellos determinaron que el
proyecto de limpieza y estudio de la enorme ciudad sobrepasaba sus
posibilidades, por lo que habría que crear una asociación con otras
entidades. La guerra logró que el proyecto fuera momentáneamente
archivado. Hasta que, en 1956, la Universidad de New Orleans,
asociada esta vez con la National Geographic Society y con el
Instituto Nacional de Antropología de México reemprendió las
investigaciones.
Andrews, el arqueólogo que dirigía la expedición,
se dedicó —mientras el equipo de trabajadores comenzaba la
desobstrucción de las edificaciones— a recoger informaciones entre
los indios de la región. Un
chamán le hizo saber que la ciudad se
llamaba Dzibilchaltún, palabra que era desconocida en el idioma maya
local, y que la laguna era llamada Xlacah, cuya traducción sería
"ciudad vieja".
LA CIUDAD ENGULLIDA
Queriendo averiguar el motivo de este nombre, le fue narrada al
arqueólogo norteamericano una leyenda transmitida por los indios de
generación en generación, y que afirmaba que, en el fondo de la
laguna, existía una parte de la ciudad que se alzaba arriba, en la
jungla. De acuerdo con la narración del viejo chamán, muchos siglos
antes había en la ciudad de Dzibilchaltún un gran palacio,
residencia del cacique. Cierta tarde llegó al lugar un anciano
desconocido que le solicitó hospedaje al gobernante.
Si bien
demostraba una evidente mala voluntad, ordenó sin embargo a sus
esclavos que preparasen un aposento para el viajero. Mientras tanto,
el anciano abrió su bolsa de viaje y de ella extrajo una enorme
piedra preciosa de color verde, que entregó al soberano como prueba
de gratitud por el hospedaje. Sorprendido con el inesperado presente,
el cacique interrogó al huésped acerca del lugar del que procedía la
piedra.
Como el anciano rehusaba responder, su anfitrión le preguntó
si llevaba en la bolsa otras piedras preciosas. Y dado que el
interrogado continuó manteniéndose en silencio, el soberano montó en
cólera y ordenó a sus servidores que ejecutasen inmediatamente al
extranjero. Después del crimen, que violaba las normas sagradas del
hospedaje, el propio cacique revisó la bolsa de su víctima,
suponiendo que encontraría en ella más objetos valiosos.
Mas, para
su desespero, solamente halló unas ropas viejas y una piedra negra
sin mayor atractivo. Lleno de rabia, el soberano arrojó la piedra
fuera del palacio. En cuanto cayó a tierra, se originó una
formidable explosión, e inmediatamente la tierra se abrió engullendo
el edificio, que desapareció bajo las aguas del pozo, surgido éste
en el punto exacto en el que cayó a tierra la piedra. El cacique,
sus servidores y su familia fueron a parar al fondo de la laguna, y
nunca más fueron vistos. Hasta aquí la leyenda.
Pero continuemos con estas ruinas del Yucatán septentrional. La
expedición acabó por desobstruir una pirámide que albergaba ídolos
diferentes de las representaciones habituales de las divinidades
mayas. Otro edificio cercano se revelaría como mucho más importante.
Se trataba de una construcción que difería totalmente de los estilos
tradicionales mayas, ofreciendo características arquitectónicas
jamás vistas en ninguna de las ciudades mayas conocidas.
En el
interior del templo —adornado todo él con representaciones de
animales marinos— Andrews descubrió un santuario secreto, tapiado
con una pared, en el que se encontraba un altar con siete ídolos que
representaban a seres deformes, híbridos entre peces y hombres.
Seres similares por lo tanto a aquellos que en tiempos remotos
revelaron inconcebibles conocimientos astronómicos a
los dogones, en
el África central, y a aquellos otros que nos refieren las
tradiciones asirias cuando hablan de su divinidad Oannes.
En 1961, Andrews regresó a Dzibilchaltún, acompañado en esta ocasión
de dos experimentados submarinistas, que debían completar con un
mejor equipamiento la tentativa de inmersión efectuada en 1956 por
David Conkle y W. Robbinet, que alcanzaron una profundidad de 45
metros, a la cual desistieron en su empeño debido a la total falta
de luz reinante. En esta segunda tentativa, los submarinistas
fueron el experimentado arqueólogo Marden, famoso por haber hallado
en 1956 los restos de la H.M.S Bounty, la nave del gran motín, y B. Littlehales.
Después de los primeros sondeos, vieron claro que la
laguna se desarrollaba en una forma parecida a una bota,
prosiguiendo bajo tierra hasta un punto que a los arqueólogos
submarinistas les fue imposible determinar. Al llegar al fondo de la
vertical, advirtieron que existía allí un declive bastante
pronunciado, que se encaminaba hacia el tramo subterráneo del pozo.
Y allí se encontraron con varios restos de columnas labradas y con
restos de otras construcciones. Con lo cual parecía confirmarse que
la leyenda del palacio sumergido se fundamentaba en un suceso real.
Este enclave del Yucatán presenta certeras similitudes con
las
ruinas de Nan Matol, la ciudad muerta del océano Pacífico del que
afirman proceder los indios americanos. También allí se conserva una
enigmática ciudad abandonada y devorada por la jungla, a cuyos pies,
en las profundidades del mar, los submarinistas descubrieron
igualmente columnas y construcciones engullidas por el agua.
EL EMPERADOR DEL UNIVERSO
Nos vamos a la otra costa de México, ligeramente más al Sur. En
Jalisco, y a unos 120 km tierra adentro del cabo Corrientes, cuentan
los indígenas que se oculta un templo subterráneo en el que antaño
fue venerado el 'emperador del universo'.
Y que, cuando finalice el
actual ciclo evolutivo, volverá a gobernar la Tierra con esplendor
el antiguo pueblo desplazado. Tal afirmación guarda relación con el
legado que encierran los pasadizos de
Tayu Wari, en la selva del
Ecuador.
LAS LAMINAS DE ORO DE LOS LACANDONES
De aquí hacia el Sur, al estado mexicano de Chiapas, junto a la
frontera con Guatemala. Allí moran unos indios diferentes, de tez
blanca, por cuyos secretos subterráneos ya se había interesado en
marzo de 1942 el mismo presidente Roosevelt. Pues cuentan los
lacandones que saben de sus antepasados que en la extensa red de
subterráneos que surcan su territorio, se hallan en algún lugar
secreto unas láminas de oro, sobre las que alguien dejó escrita la
historia de los pueblos antiguos del mundo, amén de describir con
precisión lo que sería la Segunda Guerra Mundial, que implicaría a
todas las naciones más poderosas de la Tierra.
Este relato llega a
oídos de Roosevelt a los pocos meses de sufrir los Estados Unidos el
ataque japonés a Pearl Harbor. Semejantes planchas de oro guardan
estrecha relación, igualmente, con las que luego veremos se esconden
en los citados túneles de Tayu Wari, en el Oriente ecuatoriano.
50 KM DE TUNEL
Prosigamos hacia el Sur. El paso siguiente que se da desde Chiapas
pisa tierra guatemalteca. En el año 1689 el misionero Francisco
Antonio Fuentes y Guzmán no tuvo inconveniente en dejar descrita la
"maravillosa estructura de los túneles del pueblo de Puchuta", que
recorre el interior de la tierra hasta el pueblo de Tecpan, en
Guatemala, situado a unos 50 km del inicio de la estructura
subterránea.
A MÉXICO EN UNA HORA
A finales de los 40 del siglo pasado apareció un libro titulado
Incidentes de un viaje a América Central, Chiapas y el Yucatán,
escrito por el abogado norteamericano John Lloyd Stephens, que en
misión diplomática visitó Guatemala en compañía de su amigo el
artista Frederick Catherwood. Allí, en Santa Cruz del Quiché, un
anciano sacerdote español le narró su visita, años atrás, a una zona
situada al otro lado de la sierra y a cuatro días de camino en
dirección a la frontera mexicana, que estaba habitada por una tribu
de indios que permanecían aún en el estado original en que se
hallaban antes de la conquista.
En conferencia de prensa celebrada
en New York tiempo después de la publicación del libro, añadió que,
recabando más información por la zona, averiguó que dichos indios
habían podido sobrevivir en su estado original gracias a que
—siempre que aparecían tropas extrañas— se escondían bajo tierra, en
un mundo subterráneo dotado de luz, cuyo secreto les fue legado en
tiempos antiguos por los dioses que habitan bajo tierra. Y aportó su
propio testimonio de haber comenzado a desandar un túnel debajo de
uno de los edificios de Santa Cruz del Quiché, por el que en opinión
de los indios antiguamente se llegaba en una hora a México.
EL TEMPLO DE LA LUNA
En octubre de 1985 tuve ocasión de acceder junto con Juan José
Benítez, con los hermanos Vilchez y con mi buena amiga Gretchen
Andersen —que, dicho sea de paso, nació al pie del monte Shasta en
el que inicié este artículo— a un túnel excavado en el subsuelo de
una finca situada en los montes de Costa Rica. Nos internamos en una
gran cavidad que daba paso a un túnel artificial que descendía casi
en vertical hacia las profundidades de aquel terreno.
Los lugareños
—que estaban desde hace años limpiando aquel túnel de la tierra y
las piedras que lo taponaban— nos narraron su historia, afirmando
que al final del mismo se halla el "templo de la Luna", un edificio
sagrado, uno de los varios edificios expresamente construidos bajo
tierra hace milenios por una raza desconocida, que de acuerdo con
sus registros había construido una ciudad subterránea de más de 500
edificios.
LA BIBLIOTECA SECRETA
Y ya bastante más al Sur, me interné en 1986 en solitario en la
intrincada selva que, en el Oriente amazónico ecuatoriano, me
llevaría hasta la boca del sistema de túneles conocidos por Los Tayos —Tayu Wari en el idioma de los jívaros que los custodian—, en
los que el etnólogo, buscador, aventurero y minero húngaro Janos
Moricz había hallado años atrás, y después de buscarla por todo el
subcontinente sudamericano, una
auténtica biblioteca de planchas de
metal.
En ellas, estaba grabada con signos y escritura ideográfica
la relación cronológica de la historia de la Humanidad, el origen
del hombre sobre la Tierra y los conocimientos científicos de una
civilización extinguida.
LAS CIUDADES
SUBTERRÁNEAS DE LOS DIOSES
Por los testimonios recogidos, a partir de allí partían dos sendas
subterráneas principales: una se dirigía al Este hacia la cuenca
amazónica en territorio brasileño, y la otra se dirigía hacia el
Sur, para discurrir por el subsuelo peruano hasta el Cuzco, el
lago Titicaca en la frontera con Bolivia, y finalmente alcanzar la zona
lindante a Arica, en el extremo norte de Chile.
De acuerdo por otra parte con las informaciones minuciosamente
recogidas en Brasil por el periodista alemán Karl Brugger, con cuyo
asesinato en la década de los 80 desaparecieron los documentos de su
investigación, se hallarían en la cuenca alta del Amazonas diversas
ciudades ocultas en la espesura, construidas por seres procedentes
del espacio exterior en épocas remotas, y que conectarían con un
sistema de trece ciudades ocultas en el interior de la cordillera de
los Andes.
LOS REFUGIOS DE LOS INCAS
Enlazando con estos conocimientos, sabemos desde la época de la
conquista que los nativos ocultaron sus enormes riquezas bajo el
subsuelo, para evitar el saqueo de las tropas españolas. Todo parece
indicar que utilizaron para ello los sistemas de subterráneos ya
existentes desde muchísimo antes, construidos por una raza muy
anterior a la inca, y a los que algunos de ellos tenían acceso
gracias al legado de sus antepasados. Posiblemente, el desierto de
Atacama en Chile sea el final del trayecto, en el extremo Sur.
Estamos hablando pues, al final del trayecto, de la zona que las
tradiciones de los indios hopi citados al inicio de esta artículo
—allá arriba en la Arizona norteamericana—, señalan como punto de
arribada de sus antepasados cuando —ayudados por unos seres que
dominaban tanto el secreto del vuelo como el de la construcción de
túneles y de instalaciones subterráneas—, se vieron obligados a
abandonar precipitadamente las tierras que ocupaban en lo que hoy es
el océano Pacífico.
Pero la localización de las señales concretas —que existen—, el
desciframiento adecuado de sus claves correctoras —que las hay—, así
como la decisión de dar el paso comprometido al interior, es —como
siempre sucede en todo buscador sincero— una labor tan comprometida
como intransferible.
Información adicional:
Project
RedBook - Subterranean Worlds / Alien-Human Underworlds
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