CAPITULO SIETE ­ Episodios fuera del cuerpo: Abordo un taxi, mientras mi cuerpo permanece en casa

Iniciamos las pruebas sugeridas por el Dr. Instream y nuestros pro­pios ensayos con sobres cerrados, en agosto de 1965. En octubre iba a aparecer mi primer libro y Peg Gallagher, reportera de la Star Gazette de Elmira, me entrevistó. Ya en el pasado la había conocido ligera­mente, pero ahora ella y su marido, y Rob y yo, nos hicimos amigos. Bill es ayudante del director de publicidad de la Star Gazette y él y Peg pronto partirían para unas vacaciones en Puerto Rico. Así pues, deci­dimos montar un experimento.

No nos comunicaríamos en lo absoluto a través de los medios usua­les. En vez de ello, preguntaríamos a Seth si podía "sintonizarnos" con los Gallagher durante sus vacaciones. Durante su viaje substitui­ríamos con este experimento nuestros ensayos con sobres. Sabíamos que Peg y Bill se dirigían a San Juan, pero eso era todo lo que sabía­mos. Por lo demás, ni Rob ni yo hemos estado nunca en Puerto Rico.

 

Nos hallábamos a la mitad de una sesión con Seth y éste nos estaba dando sus impresiones sobre el viaje de los Gallagher. Mientras yo me hallaba sentada en mi mecedora favorita hablando como Seth, de pron­to me encontré en el asiento trasero de un auto de alquiler. Al instante siguiente el auto dio una tan violenta vuelta a la derecha, que me vi empujada hasta el extremo del asiento. Durante un minuto me sentí realmente atemorizada. No estaba acostumbrada a encontrarme có­modamente sentada en mi sala un minuto y en el asiento trasero de un auto que se movía con gran rapidez en el siguiente.

Apenas tuve tiempo suficiente para ver el cuello del conductor desde atrás: era grueso y corto. No pude ver su cara. Mientras esto ocurría, perdí todo contacto con mi cuerpo en la sala. Mis sensaciones subjeti­vas eran las' de alguien que súbitamente es lanzado fuera de equilibrio por el giro tan brusco que daba el auto, lo que hacía que uno se sin­tiera enfermo. No obstante, mientras ocurría esto, mi cuerpo físico se puso erguido en la mecedora, hablando sin ninguna pausa, como Seth.

"Un paseo en auto de alquiler. Nuestra amante de los gatos ríe. (El apodo que Seth solía dar a Peg, a quien no le agradan los gatos), una tarifa de tres dólares que parece excesiva, un conductor de taxi más viejo que joven, con un cuello grueso; un destino que se halla princi­palmente a la derecha, después de una vuelta."

Cuando Peg y Bill regresaron, encontramos que estas impresiones eran completamente legítimas. Habían pagado una tarifa de tres dóla­res a un taxi para ir al hotel desde el aeropuerto. Peg estaba sumamen­te disgustada por esto, puesto que el mismo recorrido dos años antes les había costado menos de dos dólares. Su auto dio una vuelta muy forzada a la derecha. Peg y Bill recordaban vívidamente el incidente, no sólo debido al giro tan abrupto, sino también porque esto ocurrió inmediatamente después que el conductor se había pasado una luz de tráfico. La vuelta había sido tan forzada, que los desquició conside­rablemente; pero el chofer del auto no era "viejo más que joven". Cosa bastante interesante. Peg dijo que se veía maduro desde atrás, no obs­tante, debido a que su cuello tenía un aspecto peculiar y manchado. Asimismo, era grueso y corto.

Me sentí verdaderamente encantada cuando todo esto coincidió. Vi exactamente lo que podía esperarse que viera, si hubiera estado física­mente en el auto. Peg y Bill nunca se percataron de mi presencia.

El incidente tuvo varias implicaciones intrigantes. Yo definitivamen­te era la que estuvo "afuera", no obstante Seth describió lo que vi. Su voz y personalidad estaban en control de mi sistema físico, mientras que mi conciencia se hallaba en algún otro lado y a una buena canti­dad de kilómetros de distancia. No tuve necesidad de decir a Seth lo que había ocurrido: él lo describió inmediatamente.

No obstante, no mencionó mis sensaciones cuando me vi arrojada contra un extremo en el auto. ¿Se debió ello a que él no las sintió? ¿O fue porque yo estaba segura de recordarlas por mí misma? Y veamos este acertijo: aceptamos que mi conciencia pasó de Elmira a San Juan en el espacio, pero ¿qué hay respecto al tiempo? La sesión se celebró el lunes 25 de octubre de 1965; pero el incidente ocurrió a los Gallagher una semana antes o sea el lunes 17 de octubre. Sí, yo viví esa experien­cia tan vívidamente como si me encontrara en ese momento en Puerto Rico. (Seth también proporcionó otras impresiones correctas de este viaje.)

El siguiente episodio no involucró a Seth directamente, excepto que yo estaba siguiendo sus instrucciones en el uso de los Sentidos Inter­nos. Decidí ver qué impresiones del viaje de los Gallagher podía lograr por mí misma. Así pues, cierta mañana de la misma semana, me recos­té, cerré los ojos y me sugestioné para encontrar a Peg y Bill.

De pronto, sin transición alguna, me descubrí descendiendo por el aire hasta aterrizar en un largo y estrecho vestíbulo, que estaba rodea­do por una barandilla baja. Sabía que mi cuerpo se hallaba en mi cama; pero perdí todo contacto con él. Fuera donde fuese que me encontra­ra, me hallaba en algún lugar completamente diferente. Mirando a mi alrededor, vi que estaba de pie en el corredor de un motel de extraña construcción, con dos pisos.

El edificio se levantaba del suelo de una manera diferente a lo usual. Sobre la barandilla era visible un pequeño cuerpo de agua y, más allá, estaba un cuerpo de agua mucho mayor, un océano, pensé. ¿Era éste Puerto Rico? No tenía idea..

Del corredor se abrían puertas, que se extendían a todo lo largo del motel. Me pregunté si éste sería el lugar donde estaban hospedados los Gallagher. Instantáneamente supe que lo era y que la puerta central conducía a su habitación, aunque Peg y Bill no se hallaban a la vista.

Antes de iniciar el experimento a las 11 de la mañana, había puesto la alarma del reloj para las 11:30. En ese momento sonó. Mi concien­cia regresó con tanta rapidez a mi cuerpo, que mi cabeza física se sen­tía nadando. Me senté con cierto desmayo. ¿No podría yo descubrir algo más? ¿Podría yo ver algún signo o tener una idea más definida del lugar?

Ignoraba si funcionaría o no; pero volví a fijar la alarma para trein­ta minutos más tarde; luego, volví a reclinarme y me dije que regresa­ría al mismo lugar. Sensaciones de viaje, breves y más definidas, me embargaron. Montañas y cielos se deslizaron ante mis ojos y entonces me encontré revoloteando en el aire, arriba del mismo motel.

Me encontraba muy alto para definir los detalles; así pues, me pro­puse descender un poco más. Sin ninguna dificultad cambié mi posi­ción y bajé, aun cuándo todavía no hasta el suelo. Directamente abajo de mí y ligeramente adelante, se encontraba un hombre. Llevaba un traje de negocios y sombrero y cargaba un portafolios. Mientras lo veía, cruzaba una extensión pavimentada hasta la acera y penetraba a un edificio grande, al otro lado del motel. Recuerdo que pensé que era raro que portara un traje tan serio en lo que yo tomé como un área de descanso. Pareció que apenas habían transcurrido algunos momentos, pero la alarma sonó de nuevo y yo me introduje de nuevo en mi cuerpo.

¿Debo decir que estaba excitada? Inmediatamente tracé un diagra­ma del motel y el área circundante. No podía esperar hasta que regre­saran los Gallagher, a fin de cotejar esto y las impresiones de Seth. Pedí a Peg que me hiciera un diagrama de su motel y su vecindario próximo. El diagrama de Peg se acoplaba perfectamente con el mío. Mi descripción del motel era correcta, incluyendo la puerta central que conducía a su cuarto. El motel se hallaba en St. Thomas, una isla cer­ca de Puerto Rico. Peg y Bill se encontraban allí el día de mi experi­mento y el día siguiente.

No sólo eso, sino que el hombre a quien vi fue uno a quien Bill ob­servó en ambas mañanas, especialmente porque portaba traje de negocios. El hombre era un nativo, otra razón para que lo notara Bill. Yo no sabía esto, puesto que lo había visto desde atrás. El edificio al que entrara había sido la oficina de correos.

Yo estaba fascinada; ¡había tanto que aprender! En el episodio du­rante la sesión de Seth, éste había descrito todo mientras yo lo veía. Esta vez tuve que aguardar hasta estar de regreso a mi cuerpo para escribir lo que había pasado y trazar el diagrama.

En lo que a mí concierne, tenía suficiente evidencia para convencer­me que ambos episodios eran legítimos. Me sirvieron de punto de par­tida en mi propio trabajo en experimentos fuera del cuerpo, en los que todavía estoy tratando de encontrar respuesta a muchas interrogantes que suscita el fenómeno. Posteriormente Seth iba a darnos instruc­ciones. De hecho, mientras escribo este libro, Rob y yo estamos empe­zando a realizar series de experimentas de proyección que Seth inició. Estos primeros casos incrementaron considerablemente mi confianza en las aptitudes de Seth y en las mías propias.

¡Cuánto más divertida era esta clase de cosas en comparación con los ensayos de Instream que también estábamos llevando a cabo! In­cluso nuestras series de sobres resultaban insípida; en comparación. Enviamos copias del material Gallagher al Dr. Instream. Yo realmente estaba muy excitada respecto a toda la cuestión y aguardaba con ansia sus comentarios. Di por sentado que no consideraría que tuviéramos ninguna evidencia científica; pero teníamos los esbozos casi idénticos y las impresiones eran correctas.

--Tal vez no considere esto bastante científico -dije a Rob-; pero tiene que admitir, por lo menos, que tuvo lugar clarividencia.

Entre agosto de 1965 y septiembre de 1966, efectuamos setenta y cinco pruebas de Instream y ochenta y tres con sobres. Al igual que la mayoría de las personas sin antecedente alguno en trabajos psíquicos, yo esperaba que las cosas fueran puras y simples. Si Seth era lo que decía ser, entonces debería ser capaz de ver en el tiempo y el espacio y a través de sobres cerrados, con tanta facilidad como usted y yo pode­mos ver los objetos que se hallan en el salón. No me daba yo cuenta cabal de lo mucho que dependía la profundidad de mi trance y mi dis­posición para darle libertad: tenía que aprender a no "bloquear" in­formación que entrara. No comprendía tampoco lo poco que se sabe respecto a percepción normal y, mucho menos, percepción extrasenso­rial, o que no se debe esperar que ningún médium sea 100 por ciento correcto. Las impresiones tenían que llegar a través de mí y, como lo dice un viejo adagio: errar es humano.

No obstante, Seth se las había arreglado para usar los ensayos con objeto de demostrar su propia habilidad clarividente, mejorar mi edu­cación e instruirnos sobre los procesos involucrados. Variaba la pro­fundidad de mis trances durante las pruebas, a fin de que yo pudiera sentir las diversas etapas de conciencia y también me mostró cómo permitirle usar mis asociaciones personales con objeto de obtener cier­tos datos. Utilizaba las pruebas para demostrar PES pero, lo que es

más importante me hacía practicar constantemente el cambio de mi foco subjetivo, explicando todo mientras ocurría.

Por lo regular nadie se hallaba presente en estas sesiones, a excepción de Rob y yo, lo que difícilmente podía considerarse un estado científi­co de cosas. Pero, con las pruebas de sobres, no estábamos tratando de convencer a científicos o psicólogos de nada. Estábamos tratando de ver lo que podíamos y no podíamos esperar de las sesiones. Queríamos algo que pudiéramos verificar por nosotros mismos de inmediato y yo quería saber lo que estábamos haciendo.

En ocasiones Rob preparaba los sobres un poco antes de la sesión y, en otras ocasiones, con mucha mayor antelación. Usaba todo tipo de cosas como sujetos de prueba, algunas que yo había visto, reciente­mente o en el pasado y otras que nunca antes había llegado a ver. Po­dría usar una carta, por ejemplo, que había llegado el día anterior y que yo hubiera leído o una factura con varios años de antigüedad; o bien, alguna cosa que él escogiera al azar y que yo nunca había visto o un sobre preparado por un amigo, en cuyo caso el contenido era des­conocido hasta para Rob. Trozos de papel que Rob recogiera en las calles, hojas, latas de cerveza, rizos de cabello, fotografías, dibujos, facturas, todo ello se usaba en algún momento u otro. En ocasiones Rob escogía cosas específicamente porque había fuertes cargas emo­cionales conectadas con ellas. Otras veces, con todo propósito, utiliza­ba objetos neutros. Queríamos ver si Seth lo hacía mejor con cierto tipo de blancos que con otros.

Los artículos se encerraban en un sobre sellado, entre dos capas de cartón bristol a prueba de luz y luego todo el paquete se colocaba en otro sobre, que también estaba sellado. Yo nunca sabía cuándo tendría­mos tal prueba y nunca vi el sobre antes de una sesión. Rob me entre­gaba un sobre a mí a la mitad de la sesión. Siempre estaba yo en trance y, por lo regular, tenía los ojos cerrados. (En un caso, el objeto de prueba estaba metido dentro dedos trozos de cartón y dos sobres y era completamente opaco.) En ocasiones yo me colocaba el sobre contra la frente, mientras pasaba las impresiones. Después de la sesión cote­jábamos los resultados. (En el siguiente capítulo aparecerán ejemplos específicos.)

¡Y hablamos de sube y baja! Cuando Seth lo hacía bien en las prue­bas, yo me sentía tan ligera como una pluma durante varios días. Cuando algo no resultaba a mi entera satisfacción, me sentía como si pesara doscientos kilos y estuviera subiendo medio kilo cada hora. Pensaba que cualquier cosa menos que una actuación perfecta, arrojaba dudas respecto a la índole independiente de Seth.

En términos generales, nuestras propias pruebas resultaron suma­mente valiosas, no sólo como parte de mi adiestramiento y como medio para incrementar mi autoconfianza, sino también para prepararme para algunas otras experiencias fuera del cuerpo que tuvieran lugar durante posteriores sesiones con Seth. Las pruebas y los comentarios de Seth, también nos proporcionaron introspectivas dentro de la naturaleza de la percepción interna, que literalmente no podrían haberse logrado de ninguna otra manera.

Cuando Seth variaba la profundidad de trance, yo siempre me daba cuenta de dos diferentes líneas de conciencia: la suya y la mía propia y podía comprender, cuando menos hasta cierto grado, cuándo mis pro­pias asociaciones personales eran de ayuda y cuándo eran un obstácu­lo. En un trance muy profundo, los procesos internos se hallan ocultos hasta para la médium. Con la mayoría de los médiums la mecánica es tan automática que poco puede aprenderse respecto a las acciones psi­cológicas internas involucradas en tal trabajo. Seth sostenía que nues­tra situación funcionaría en ventaja nuestra a este respecto.

En los datos a menudo diferenciaba entre sus impresiones y cual­quiera de las mías que habían pasado desapercibidas, conectaba las mías a su fuente en asociaciones personales y nos decía si eran o no legítimas. Raras veces estoy tan "bloqueada" como para sentir como si estuviera durmiendo. Por lo regular, sé lo que está ocurriendo, aun cuando casi instantáneamente me olvido de lo que pasó. En ocasiones Seth y yo tomamos turno para hablar, de manera que yo pueda entrar y salir en trance en cuestión de segundos. En otras ocasiones parece como si me fundiera con Seth, sintiendo sus emociones y reacciones por completo, más que las mías. En este caso, el yo de Jane se encuen­tra lejos en el fondo, dormitando pero vagamente consciente. Otras veces, aunque menos esporádicas, estoy en el fondo y Seth me aconse­ja lo que debo decir.

Nuestros propios ensayos me proporcionaron un patrón contra el cual medir mi actuación y la de Seth, proporcionando una verificación inmediata de exactitud y enseñándome a afinar mi foco subjetivo para pasar de lo general a lo específico. Todo este entrenamiento era im­portante en lo tocante a mi recepción del Material de Seth. Seth a me­nudo ha hablado respecto a las distorsiones necesarias que deben ocu­rrir en cualquiera de tales comunicaciones y le preocupa muchísimo evitar que el material se halle sumamente contaminado por distor­siones, tanto como sea posible. En sesiones posteriores discuto esto detalladamente.

Así pues, inicié el otoño de 1965 con grandes esperanzas, particular­mente debido a los dos episodios fuera del cuerpo que mencioné antes de este capítulo. Esperaba tener noticias sobre lo que el Dr. Instream tenía que decir respecto a ellos. Estaba segura que tendría que admitir que eran estimulantes, incluso si no involucraran sus propios experi­mentos con nosotros. Ya habíamos empezado su serie de pruebas y le remitíamos los resultados cada semana. Hasta entonces no habíamos recibido noticias suyas respecto a ellas y también me mantenía a la ex­pectativa para saber cómo ríos estaba yendo aquí. Si resultaban la mitad de buenas que los datos concernientes a experiencias fuera del cuerpo, todavía estaríamos teniendo un buen comienzo.

Mientras tanto, renuncié a mi trabajo en la galería y me dediqué a escribir el tiempo completo. Asimismo, empecé a tener tratos con una

de las revistas de mejor paga y más populares del país. El editor me rechazaba cuento tras cuento, asegurándome en cada ocasión que yo debía estar segura de que le vendería el próximo. Yo vivía pendiente del correo, en espera de una aceptación por parte de este editor o de algún reporte del Dr. Instream.

El tratar de probar la existencia de telepatía y clarividencia a un autodeclarado "psicólogo de gran rigidez", vender ficción a una de las mejores revistas de la nación y llevar a cabo nuestros propios ensa­yos en las sesiones con Seth, era todo un bocado para un solo año, según descubrí.

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