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Palabras perdidas de un pueblo olvidado
Más allá de la ciencia, de la religión y de los milagros
Había sucedido muy deprisa. A veces el sentimiento que deja un
acontecimiento dura más que el propio acontecimiento. Ese era uno de
esos casos. Rebobiné la escena una y otra vez en mi mente. A cámara
lenta podía congelar cada imagen. Con el aplomo y la sensación del
observador que está a salvo, estudié los detalles en busca de una
respuesta, algo en mi mundo conocido que diera sentido a lo que
acababa de presenciar.
Sólo unos momentos antes, había reparado en el anciano caballero
mientras cruzaba el aparcamiento para dirigirme al restaurante a
orillas del mar. Le había visto con una mujer, que supuse que era su
esposa, abriéndose paso a través de un pequeño grupo de gente para
llegar a la acera de enfrente de la recepción. Los dos habían
traspasado las puertas batientes para adentrarse en el tórrido y
espeso aire de una noche de verano en la costa de Georgia.
Su
andador de acero inoxidable precedía cada uno de sus pasos,
asegurándole una posición estable desde la cual abordar el siguiente
movimiento.
De pronto cambió el ritmo. Inesperadamente había llegado a una curva
con un desnivel de unos 15 centímetros respecto al nivel de la acera
de la calle. Observé a cámara lenta cómo su andador se tambaleaba
con incertidumbre, volcaba y se estrellaba contra el asfalto,
todavía caliente por el implacable sol del verano.
El hombre,
agarrando con confianza las asas de su fiel aparato, cayó encima de
él. Yacía inconsciente. Como un observador surrealista, permanecí de
pie en la calle sin moverme. En silencio. Observando. El viento
parecía engañar a mis oídos trayéndome fragmentos de los aterradores
gritos de su esposa. « ¡Socorro! ¡Por favor, que alguien nos ayude!
» La fuerza de su voz traicionaba su frágil y delicado cuerpo.
A los pocos segundos yo estaba a su lado. Sin embargo, a pesar de la
rapidez con la que me moví, no fui el primero. En mi silenciosa
observación no me había fijado en que hubiera alguien más alrededor,
ni que nadie se acercara. Había otra mujer, ya arrodillada en el
suelo al lado del hombre que se había caído y le había colocado la
cabeza en su falda. Una hilera de sangre en forma de zigzag se
dejaba ver en la base del cráneo, justo debajo de la oreja. Ella le
inclinó suavemente la cabeza para localizar de dónde salía la
sangre.
A la luz de las tenues luces de la
entrada del restaurante, pude ver los pliegues
de su piel que se superponían entre sí y ocultaban cualquier herida
que pudiera estar provocando la hemorragia.
La mujer separó cuidadosamente cada uno de ellos hasta que encontró
la herida. La sangre adoptaba un extraño color con el resplandor del
vapor de mercurio que desprendía la farola que teníamos encima. Al
principio parecía otra capa de piel. Luego pude divisar una zona más
oscura, un profundo destello, mientras separaba el pliegue. Sin
articular palabra, la mujer tocó el tejido roto y empezó a acariciar
la herida como si estuviera acariciando a una mascota. Miré su cara.
Tenía los ojos cerrados mientras le inclinaba la cabeza en dirección
al cielo. Al ver el incidente desde el restaurante, un grupo de
personas se habían reunido a nuestro alrededor.
Salvo por un susurro
esporádico de alguien que acababa de llegar, nadie dijo ni una
palabra. Todo el grupo permanecía de pie sin moverse y en silencio,
como si se hubiera acordado una señal silenciosa. Posteriormente,
esa misma tarde, algunos de los espectadores dijeron haber
experimentado una especie de sentimiento sagrado en aquel momento.
Algunos llegaron incluso a sospechar que se estaba produciendo un
acto sagrado.
En conjunto, nos quedamos en trance ante lo que vimos. Al principio
no estábamos seguros de lo que pasaba. Mientras nuestros sentidos
sugerían una cosa, nuestra lógica dictaba otra. Allí, en el mal
iluminado aparcamiento de ese pequeño restaurante, presencié lo que
la ciencia moderna hubiera calificado de milagro. Ante la mirada de
doce testigos o más, mientras la mujer acariciaba silenciosamente la
herida en la carne del hombre, la herida empezó a desaparecer. En
cuestión de segundos su herida se había cerrado sin dejar ninguna
huella de la caída que acababa de sufrir.
Alguien en el restaurante había llamado al teléfono de urgencias y
los paramédicos no tardaron en llegar. Cuando sus linternas
anunciaban su llegada, el grupo se separó, para que los enfermeros
accedieran al pequeño círculo donde el hombre todavía estaba con la
cabeza en la falda de la mujer.
Todavía abrazando la cabeza y los
hombros del anciano, la mujer cedió su sitio al asistente médico
sanitario. Nosotros observábamos mientras él examinaba las manchas
de sangre de la camisa. Su experiencia le llevó rápidamente a
localizar el lugar de la herida en la parte posterior de la cabeza y
luego justo debajo de la oreja. Al igual que había hecho poco antes
la mujer, el paramédico separó cuidadosamente los pliegues de la
piel de donde la sangre se había estancado. Para la sorpresa del
paramédico y el asombro de los testigos, no había herida.
La sangre parecía sencillamente haber
aparecido en un punto del cuello del anciano, haber seguido
su curso y salpicado el cuello de su camisa. No había rastro de
herida, incisión o cicatriz. ¡La sangre, todavía húmeda en la camisa
del hombre, parecía no tener fuente! Mientras observaba la escena,
me sobrevino la pregunta: «¿Cómo es posible?». Con una ciencia tan
avanzada que puede penetrar en el mundo de un átomo y construir
máquinas que viajan hasta los límites de nuestra galaxia, ¿por qué
esa misma ciencia considera la sanación que acabo de presenciar como
un milagro?
LAS PALABRAS PERDIDAS
Aunque en la ciencia de Occidente no tenemos un marco de referencia
para tales cosas, estas sí entran dentro del ámbito de las
tradiciones indígenas y de los textos antiguos. Además, las mismas
tradiciones nos recuerdan que es ahora, durante la convergencia de
muchos ciclos de tiempo, cuando reconoceremos la' importancia de
semejantes milagros. Cuando contemplamos acontecimientos que están
fuera del alcance de la ciencia aceptada, reavivamos el recuerdo de
un poder que ha vivido en nuestro interior durante cientos de
generaciones.
Durante casi dos milenios, nuestro poder ha estado
latente, mientras los retos de la historia de la humanidad nos
ponían a prueba. Las mismas tradiciones nos sugieren que ahora
despertaremos nuestros dones para enfrentamos a retos aún mayores
durante nuestra vida. Al hacerlo, abriremos las puertas de una era
de paz y de cooperación sin precedentes, a la vez que aseguraremos
un futuro a las generaciones que han de venir.
¿Por qué, entonces, suponen los extremos de la naturaleza y la
intranquilidad social del mundo actual semejante misterio para la
comprensión occidental? Al igual que nuestras explicaciones de los
procesos naturales nos han servido hasta ahora, ¿podría nuestro
entendimiento ser incompleto? ¿Falta algo? ¿Es posible que en los
recovecos de nuestra mente colectiva hayamos perdido el conocimiento
que nos permite dar sentido a lo que aparentemente no lo tiene?
En la segunda mitad del siglo XX se han descubierto documentos que
aclaran esta pregunta tan común. Los antiguos manuscritos de origen
arameo, etíope, copto egipcio, griego y latino apoyan a las
tradiciones indígenas e indican con seguridad que la respuesta es
«¡sí!».
UNA TECNOLOGÍA OLVIDADA
Hace mil setecientos años, se perdieron elementos clave de nuestra
antigua herencia, al quedar relegados a los sacerdotes, de suyo
elitistas, y a las tradiciones esotéricas de aquellos tiempos. En un
esfuerzo por simplificar las vagamente organizadas tradiciones
históricas y religiosas de su tiempo, en el siglo IV, el emperador
romano Constantino formó un consejo de historiadores y eruditos. Lo
que posteriormente se conocería como el Concilio de Nicea cumplió
sus directrices y recomendó que al menos veinticinco documentos
fueran modificados o eliminados de la colección de textos.' El
comité consideró que muchas de las obras que estaban revisando eran
redundantes, solapaban historias y repetían parábolas.
Otros
manuscritos eran tan abstractos y en algunos casos tan místicos que
se creyó que no tenían ningún valor práctico. Además, otros veinte
documentos de apoyo fueron eliminados y quedaron reservados para los
investigadores privilegiados y eruditos selectos. Los libros
restantes fueron condensados y reestructurados, para darles mayor
significado y hacerlos más accesibles al lector común.
Cada una de estas decisiones contribuyó a confundir cada vez más el
misterio de nuestro propósito, posibilidades y relaciones mutuas. El
fruto de su tarea produjo un único documento en el año 325. El
resultado de su labor todavía se encuentra entre nosotros como lo
que quizá sean los textos de historia sagrada que más controversias
han suscitado.
Es lo que en la actualidad conocemos como
la Sagrada
Biblia.
Mil setecientos años después, las implicaciones de las acciones del
Concilio de Nicea todavía continúan moldeando la política, la
estructura social, el entendimiento religioso y la tecnología de
nuestras vidas. Aunque vivimos en un sofisticado mundo regido por la
ciencia, las suposiciones que nos condujeron a nuestros logros
técnicos están firmemente enraizadas en nuestras creencias sobre
cómo nos relacionamos con el mundo. Esta comprensión, desarrollada
hace miles de años, se ha convertido en el fundamento de nuestra
ciencia. Por ejemplo, ¿cómo sería la tecnología del petróleo que
rige nuestra economía actual, si en su lugar hubiéramos reconocido
las leyes de la armonía y conectado nuestras máquinas a la banda de
energía de siete centímetros de amplitud que impregna nuestro mundo?
Esta tecnología sólo es posible con un sistema de creencias que
comprenda las leyes holistas de la naturaleza, los mismos principios
que desaparecieron de nuestras tradiciones sagradas hace casi dos
milenios. Quizá nuestro
fallo en reconocer estas relaciones se refleje en una tecnología que
cree que hemos de aprovechar quemando o haciendo estallar formas de
energía para alimentar energética-mente a nuestro mundo. Estas
expresiones exteriores de tecnología pueden estar reflejando nuestro
sentido interior de separación.
Es evidente que hace casi dos mil años los miembros del Concilio de Nicea no podían haber previsto estas implicaciones, ni siquiera los
traductores de dichos textos cientos de años después. Por ejemplo,
una frase atribuida al arzobispo Wake de Canterbury da a entender su
inocencia respecto a las correcciones niceas cuando al preguntarle
por qué eligió la pesada y aburrida tarea de traducir los textos en
lugar de permitirse la libertad creativa de escribir los suyos
propios, el arzobispo respondió:
«Porque suponía que estos escritos
serían mejor aceptados y sin prejuicios por todo tipo de personas,
que cualquier otra cosa escrita por alguien contemporáneo».2
¿Cómo
podían saber los miembros del concilio del siglo IV que el libro que
crearon acabaría convirtiéndose en la base de una de las grandes
religiones del mundo?
Últimamente se han recuperado, traducido y puesto a disposición del
público documentos personales y bibliotecas enteras que se habían
perdido tras la muerte de Cristo. Que yo sepa no existe una sola
recopilación que contenga toda la información, puesto que las
traducciones son producto de distintos autores que han trabajado en
distintos idiomas en el transcurso de los siglos. Sin embargo,
esporádicamente han traducido textos en bloque. Gracias al trabajo
de los eruditos modernos, una de esas recopilaciones de libros
bíblicos perdidos se publicó a principios del siglo XX.'
Entre los
documentos identificados como suprimidos de nuestra Biblia moderna
se encuentran estos libros:
-
Bernabé Maria
-
Clemente I Magnesios
-
Clemente II Nicodemo
-
Cristo y Abgaro Pablo y Séneca
-
El credo de los apóstoles Pablo y Tecla
-
Hermas I-Visiones Filipenses
-
mas I1-Mandatos Filadelfos
-
Hermas III-Similitudes Policarpio
-
Efesios Romanos
-
Infancia I Trallanos
-
Infancia II Correspondencia entre Herodes y Pilatos
A continuación expongo un resumen parcial de los textos
complementarios eliminados durante las revisiones del siglo IV.
Estos textos normalmente quedaron reservados para los eruditos.'
-
El libro primero de Adán y Eva Símeón
-
El libro segundo de Adán y Eva Leví
-
Los secretos de Enoc Judá
-
Los salmos de Salomón Izacar
-
Las odas de Salomón Zabulón
-
El libro cuarto de los Macabeos Dan
-
La historia de Ajícar Neftalí
-
El testamento de Rubén Gad
-
Aser Benjamín
-
José
Las consecuencias de eliminar, o en algunos casos de alterar, estos
41 libros, y posiblemente algunos más, que describían nuestra
herencia y relación con el cosmos, todavía deja notar sus efectos.
La ausencia de estos textos clave podría explicar la sensación que
muchas personas han expresado de que nuestros textos bíblicos están
desperdigados e incompletos. Tanto para los investigadores serios
como para los historiadores aficionados la existencia de estos
documentos les devuelve un sentido de solución de incógnitas. Como
si fuera un misterio moderno, es ahora, casi después de haber
transcurrido dos mil años de su desaparición de nuestra literatura
abierta, cuando podemos completar nuestra historia.
Mientras cada uno de los libros perdidos contribuye a que
comprendamos nuestro pasado, hay unos que tienen mayores
consecuencias que otros. Entre los más significativos están aquellos
que describen las vidas de las personas que el tiempo ha
hecho que veamos como más que humanas por sus logros. El Libro de
María, la madre de Jesús, es uno de esos ejemplos.
Durante siglos
los eruditos han especulado sobre si María desempeñó un papel mucho
más significativo en la vida de Jesús que el que podemos ver en las
descripciones abreviadas de su vida que aparecen en nuestra Biblia
moderna. Gracias al libro que lleva su nombre, podemos conocer la
herencia y los valores familiares que condujeron a Marta a su
función de madre de Jesús. En los textos posteriores al Libro de
María, se nos muestra cómo ella guió a su hijo, inculcándole los
valores que le concederían sus dones de sanación y de profecía para
servir mejor a la humanidad y en el más allá.
Los padres de María, por ejemplo, eran descendientes del linaje de
David, una de las primeras tribus de Israel. Su padre y su madre,
Joaquín y Ana, llevaban casados aproximadamente unos veinte años
antes de concebir a su primera y única hija. El espíritu de María
entró en el útero de Ana tras un sueño que tanto ella como Joaquín
compartieron desde distintos lugares, en la misma tarde. En la
presencia de un «ángel del Señor», aceptaron el voto de que su hija
sería «entregada al Señor desde su infancia y llena del Espíritu
Santo desde el útero materno». El nombre de su hija sería María, y
debido a su pureza sería apta para aceptar una inusual concepción a
los catorce años. Otros libros adicionales siguen describiendo el
tiempo que transcurrió hasta el nacimiento de Jesús e inmediatamente
después, así como los milagros que no se habían contado que realizó
durante su infancia.
Quizá los
Libros de Adán y Eva ofrezcan algunas de las visiones más
importantes acerca de nuestro papel en la historia y nuestras
creencias actuales. El Libro primero de Adán y Eva comienza después
de la Creación, con una descripción de la localización del «jardín»,
que se supone que es el jardín del Edén. Creado «al este de la
Tierra», el jardín estaba situado,
«en la frontera al este del mundo,
en dirección hacia la salida del sol, más allá de la cual lo único
que hay es agua, que rodea todo el mundo y llega hasta las fronteras
del cielo. Y al norte del jardín hay un manantial de agua, clara y
pura para el paladar, más que ninguna otra cosa».6
Al cabo de un tiempo, cuando Adán y Eva fueron expulsados del
jardín, se les dio un extraño horario que describía la duración de
su exilio, extensible a todos sus descendientes, hasta un momento
específico en el tiempo. En lo que sería la primera de las grandes
profecías, su Creador les dice a Adán y Eva que «he dispuesto esta
tierra donde pasaréis días y años, y tú y tus simientes morarán y
caminarán por ella hasta que
los días y los años se hayan cumplido». Este tiempo del cumplimiento
se prevé para después de los «grandes cinco días y medio», definidos
más adelante como «cinco mil quinientos años». Será entonces, al
final de un gran ciclo de tiempo, que «Alguien vendrá y salvará» a
Adán y sus descendientes.
Durante casi dos mil años hemos especulado sobre el tiempo perdido y
los evidentes vacíos en los textos bíblicos. Ahora la recuperación
de los libros perdidos de la Biblia han aclarado preguntas y
posiblemente hayan abierto la puerta a otras aun mayores respecto a
nuestra comprensión del mundo. Lo que sabemos es que, en el mejor de
los casos, nuestra visión e interpretación de la historia, así como
nuestro papel en la creación, es incompleto.
¿Es posible que los
propios fundamentos de nuestra sociedad y cultura, nuestro lenguaje,
religión, ciencia, tecnología, e incluso el modo en que nos amamos
unos a otros, se basen en un entendimiento incompleto de nuestra
historia más sagrada y antigua? ¿Qué es lo que hemos olvidado de
nuestra relación con las fuerzas del mundo que nublan nuestra
comprensión de la sanación que tuvo lugar en el aparcamiento del
restaurante esa tarde en Georgia? Quizás el vacío en nuestro
entendimiento pueda ser llenado al fin, gracias a las nuevas
revelaciones de una sabiduría que supone la base de una de las
religiones más importantes del mundo: las enseñanzas de los antiguos
esenios.
LOS MISTERIOSOS ESENIOS
Quinientos años antes del nacimiento de
Cristo, un misterioso grupo
de eruditos formaron comunidades para practicar una antigua
enseñanza cuyo origen se remontaba a tiempos anteriores a la
historia tal como nosotros la conocemos. Denominados todos ellos
esenios, en realidad eran varias sectas entre las que se incluían
los nazireos y los ebionitas. Los eruditos romanos y judíos se
referían a los esenios como «una raza en sí misma, que sobresalía
más que ninguna otra en el mundo».
En los escritos antiguos se
encuentran fragmentos de sus tradiciones, como los glifos sumerios,
que datan del 4000 a.C. En este antiguo linaje de sabiduría se
pueden encontrar elementos de prácticamente todos los sistemas de
creencias importantes del mundo, incluyendo los de China, Tíbet,
Egipto, India, Palestina, Grecia y el sudoeste americano. Además,
muchas de las grandes tradiciones del mundo occidental tienen sus
raíces en el mismo tronco de información, entre las que se
encuentran los masones, los gnósticos, los cristianos y los
cabalistas.'
También conocidos como «los elegidos» y «los escogidos», los esenios
fueron el primer pueblo que condenó abiertamente la esclavitud, el
uso de sirvientes y matar a los
animales para comer. Dado que veían el trabajo físico como una
comunión con la tierra, eran agricultores y vivían cerca de los
campos que los alimentaban. Los esenios consideraban la oración como
el lenguaje a través del cual honraban a la naturaleza y a la
inteligencia creativa del cosmos; no hacían diferencias entre ambos.
Oraban con regularidad. La primera oración del día tenía lugar al
levantarse en la oscuridad anterior al alba para ir a trabajar al
campo. A continuación oraban antes y después de cada comida, y luego
una vez más al retirarse al final del día. Consideraban su práctica
de orar como una oportunidad de participar en el proceso creativo de
sus vidas, en lugar de un ritual estructurado que se había de
realizar durante el día.
Vegetarianos estrictos según las pautas actuales, las comunidades
esenias se abstenían de comer carne fresca, alimentos derivados de
la sangre y líquidos fermentados. Quizás una de las explicaciones
más claras de su dieta se pueda encontrar en el siguiente pasaje de
los manuscritos del mar Muerto:
«No mates el alimento que te llevas
a la boca. Pues si comes alimento vivo, este te dará vida, pero si
matas tu comida, el alimento muerto también te matará. Pues la vida
sólo procede de la vida, y la muerte siempre viene de la muerte. Todo aquello que mate tus alimentos, también mata tu cuerpo».9
Su
estilo de vida les permitía llegar a edades avanzadas, hasta los 120
años o más, con vitalidad y mucha resistencia.
Los esenios eran meticulosos eruditos, registraban y documentaban
sus tradiciones para unas generaciones futuras que sólo podían
imaginar. Puede que el mejor ejemplo de su obra se encuentre en las
bibliotecas ocultas que dejaron por todo el mundo. Al igual que
cápsulas del tiempo metódicamente situadas, sus manuscritos
proporcionan instantáneas del pensamiento de un pueblo antiguo y de
una sabiduría olvidada. ¿Cuál es su mensaje para nosotros?
LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO
Una de las bibliotecas esenias más accesibles y polémicas fue
descubierta escondida entre las olvidadas cuevas del área de Qumrán,
en las alturas frente al mar Muerto. Se cree que los documentos
ocultados por seguridad, conocidos en su conjunto como manuscritos
del mar Muerto, ascendían casi a mil. Tras el descubrimiento inicial
de los manuscritos por tribus beduinas en 1946-1947, no se verificó
su antigüedad hasta la primavera de 1948. Durante ese tiempo los
especialistas de la Escuela Estadounidense para la Investigación de
Oriente confirmaron la antigüedad de los siete primeros manuscritos.
Manual de disciplina, Leyendas de los patriarcas, Salmos de acción
de
gracias, Comentario de Habacuc, Manuscrito de la guerra y el Libro
de Isaías (dos copias), se calculó que habían sido escritos cientos
de años antes que ningún otro texto hallado en Tierra Santa.
En
1956, se habían descubierto un total de once cuevas. En su conjunto
albergaban los restos de aproximadamente 870 manuscritos, compuestos
de 22.000 fragmentos de papiro, pergamino y rollos metálicos. Un
yacimiento por sí solo, la cueva número cuatro, contenía
aproximadamente 15.000 fragmentos, la reserva más extensa
desenterrada hasta la fecha.
La traducción y la publicación de los manuscritos ha estado sometida
a grandes controversias durante más de cuarenta años. Hasta hace
poco el acceso a la biblioteca del mar Muerto estaba limitado a un
equipo de ocho eruditos. No fue hasta la década de los noventa, a
raíz de la presión política y académica, que el contenido de la
biblioteca de manuscritos de las cuevas de Qumrán fue puesto al
alcance del público. En 1991, la Biblioteca Huntington del sur de
California anunció que se hallaba en posesión de un juego completo
de fotografías de los manuscritos del mar Muerto y que este se
pondría a disposición del público. Emanuel Tov, responsable del
equipo oficial de los manuscritos, siguió el ejemplo y en el mes de
noviembre del mismo año anunció el «libre e incondicional acceso a
todas las fotografías de los manuscritos del mar Muerto, incluyendo
rollos que no se habían dado a conocer»10
La todavía actual controversia sobre los rollos nos invita a
plantearnos la misma pregunta, una y otra vez. ¿Qué mensaje podría
contener un texto de dos mil años de antigüedad, que provocara su
secreto durante casi medio siglo después de su descubrimiento? ¿Qué
debían decir estos 22.000 fragmentos de cobre, cuero y papiro que
pudiera causar impacto en nuestra vida actual?
Una de las razones para el retraso de la publicación de las
traducciones de los manuscritos es que estos parecían ser versiones
anteriores de nuestra Biblia moderna. Por fascinante que pueda
resultar al principio este descubrimiento, el problema se encuentra
en las discrepancias entre los textos originales transcritos por los
esenios y las biblias aceptadas hoy en día. Los documentos hallados
en las cuevas del mar Muerto no fueron sometidos a las revisiones
del concilio de Nicea del siglo IV, a las traducciones a las lenguas
de Occidente o a la interpretación de los eruditos durante los
últimos dos mil años.
En los manuscritos hay historias, parábolas y una historia que no se
había vuelto a ver desde que fue eliminada de la versión canónica de
nuestra Biblia a principios del siglo IV. Escritos en hebreo y arameo, incluyen textos que se dice que, en
algunos casos, procedían de los propios ángeles. Además, la
biblioteca contiene aspectos poco corrientes de las vidas de algunos
profetas como Enoc y Noé, y de al menos doce textos desconocidos
anteriormente escritos por Moisés. Ninguno de estos documentos se
encuentra en nuestra Biblia. Es evidente que los manuscritos de las
cuevas de Qumrán no han hecho más que empezar a abrir la puerta a
nuevas posibilidades en nuestras relaciones con nuestro pasado
colectivo y entre nosotros.
LOS SECRETOS DE LOS ESENIOS
Un extracto de los manuscritos del mar Muerto nos aclara por qué los
antiguos esenios se separaron de las zonas urbanas de su tiempo y
formaron comunidades en el desierto:
«Siempre han vivido los hijos
de la luz donde se regocijan los ángeles de la madre terrenal:'
cerca de los ríos, de los árboles, de las flores, de la música de
los pájaros, donde el sol y la lluvia pueden abrazar al cuerpo que
es el templo del espíritu»."
La naturaleza y las leyes naturales
eran la clave de la forma de vida de los esenios. Se puede hallar la
vía para comprender su visión del mundo en sus creencias respecto a
la relación entre el cuerpo humano y los elementos de la Tierra.
Para los esenios de Qumrán, la palabra ángel describía los elementos
del mundo que hoy vemos como fuerzas eléctricas y magnéticas.
Algunas fuerzas eran visibles y tangibles, mientras que otras eran etéricas, aunque estaban igualmente presentes, por ejemplo, una
referencia al «ángel de la tierra» puede incluir al ángel del aire y
a los del agua y de la luz. Las fuerzas de la emoción y la
conciencia también eran consideradas como ángeles, como los ángeles
del júbilo, del trabajo y del amor. Estas revelaciones del
pensamiento de los esenios nos permiten ver sus palabras 2.500 años
después con una nueva esperanza y comprensión.
En el lenguaje de su tiempo, los autores de los manuscritos del mar
Muerto ofrecían una visión del mundo que tiene en cuenta una
relación holista y unificada entre la Tierra y nuestros cuerpos.
Mediante palabras elocuentes y poéticos recordatorios, los textos de
Qumrán nos recuerdan que somos el producto de una unión muy
especial, un matrimonio sagrado entre el alma de los cielos y el
tejido de nuestro mundo. El principio afirma que todos sin excepción
formamos parte de todo lo que vemos como nuestro mundo, y que
estamos íntimamente interconectados dentro del mismo. Mediante hilos
invisibles y cuerdas interminables, somos parte de cada una de las
expresiones de la vida. Cualquier roca, árbol y montaña, cualquier
río y océano forma parte de nosotros. Quizá lo
más importante sea que a ti y a mí nos recuerdan que ambos formamos
parte el uno del otro.
Las tradiciones esenias hacen referencia a esta unión como a la de
«nuestra Madre Tierra» y «nuestro Padre en el Cielo»:
«Pues el
espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre
Celestial, y su cuerpo del cuerpo de la Madre Terrenal. Tu Madre
está en ti y tú en ella. Ella te dio a luz: ella te da la vida. Fue
ella quien te dio tu cuerpo... como el cuerpo de un recién nacido
nace del útero de su madre»."
Nosotros somos la unión asexuada de
estas fuerzas, la masculina de «nuestro Padre en el Cielo» fusionada
con la femenina de «nuestra Madre Tierra».
Esta visión unificada nos invita a considerar que a través del hilo
común que une nuestros cuerpos con la Tierra, las experiencias de
una persona se proyectan en otra. Mientras se honre al matrimonio,
la unión entre la Tierra y el espíritu continúa y el tierno templo
de nuestro cuerpo seguirá viviendo. Cuando se rompe el acuerdo,
finaliza la unión, nuestro templo muere y las fuerzas de la Tierra y
el espíritu regresan a sus respectivos lugares de origen.
La sabiduría esenia, con estos sutiles conceptos, se encontraba
entre la inconexa colección de textos que formarían nuestras
tradiciones bíblicas actuales. Esos mismos textos, entre otros
documentos, fueron eliminados por el Concilio de Nicea en las
revisiones realizadas en el siglo IV. La elegante simplicidad que
conecta las grandes enseñanzas de los esenios con elementos
significativos de nuestras vidas actuales fue redescubierta
-conservadas en muy buen estado- en las grandes bibliotecas de la
casa de los Habsburgo alemanes y de
la Iglesia Católica.
Los
manuscritos del Vaticano, que habían sido guardados durante más de
1.500 años, fueron esenciales entre todos los documentos que
condujeron a Edmond Bordeaux Szekeley a publicar traducciones
revisadas de estos extraordinarios textos esenios. En 1928 publicó
el primero de una serie de trabajos que se conocerían como El
evangelio esenio de la paz, donde se ofrecían nuevas revelaciones y
un renovado respeto por este linaje de sabiduría que precede a casi
todas las grandes religiones de la actualidad.
LA BIBLIOTECA DE NAG HAMMADI
Dos años antes del descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto
ya se había descubierto otra biblioteca de sabiduría antigua, que
cambiaría para siempre nuestras ideas sobre el cristianismo
primitivo. En Nag Hammadi, perteneciente a la región del Alto
Egipto, dos hermanos hallaron, en el mes de diciembre de 1945, una
colección de manuscritos. Enterrados en una jarra sellada, los
textos se componían de doce manuscritos completos y ocho páginas de
un decimotercero, todos ellos escritos sobre un papel antiguo hecho
de tiras de papiro. Toda la colección de documentos se conoce como
la biblioteca de Nag Hammadi, y actualmente se conserva en el Museo
Copto de El Cairo, Egipto.
La biblioteca de Nag Hammadi pasó por un
sinfín de manos antes de que sus volúmenes fueran reconocidos,
autentificados e introducidos en los registros del museo el día 4 de
octubre de 1946. Aunque algunos manuscritos fueron destruidos al ser
utilizados como combustibles para los hornos de la región, los que
han sobrevivido lo han hecho en un sorprendente estado de
conservación, y nos ofrecen revelaciones nuevas, y en algunos casos,
inesperadas sobre las tradiciones de los antiguos gnósticos y los
primeros cristianos.
La biblioteca de Nag Hammadi, que data del siglo IV, se inicia
aproximadamente cuando los manuscritos del mar Muerto quedan
relegados. Nunca antes habíamos visto semejante continuidad en las
enseñanzas espirituales y religiosas del cristianismo primitivo, que
incluyera su visión de nuestro tiempo mediante la profecía del
futuro. Las tradiciones gnósticas se originaron en una época en que
las primeras doctrinas cristianas estaban siendo remodeladas e iban
a adoptar una nueva identidad. Los gnósticos se identificaban con
las enseñanzas primordiales del cristianismo, en su forma original,
y eligieron separarse, en lugar de seguir la comente de cambio que
la tradición cristiana estaba llevando a cabo desde su base original
de creencia.
Cuando el imperio romano se convirtió al cristianismo
convencional, los gnósticos fueron los primeros relegados a la
categoría de secta radical, y al final fueron totalmente excluidos
del cristianismo. Libros como el Evangelio de María, el Apocalipsis
de Pablo, el Apocalipsis de Santiago y el Apocalipsis de Adán, así
como el Libro de Melquisedec han llegado a nuestros días como un
testamento de la sabiduría gnóstica de enseñanzas poco comunes
conservadas para generaciones futuras.
El apocalípsís de Adán
Puesto que el gnosticismo reconocía haberse originado dentro de las
tradiciones del cristianismo primitivo, muchos de los textos
gnósticos tienen sus homólogos en las historias, los mitos y las
parábolas de los primeros textos cristianos. Cabe destacar entre los
documentos de Nag Hammadi este extraño texto del
Apocalipsis de
Adán.
Este libro, recopilación de enseñanzas de inspiración y
transmisión divina, es el relato del Adán que
encontramos en el Génesis. Lo que hace único al Apocalipsis de Adán
es su aparente ausencia de cualquier relación con otro material
anterior. Según parece, este texto en particular ya estaba completo
y bien establecido como una forma temprana de gnosticismo mucho
antes de la literatura cristiana.
Adán comienza su relato describiendo la presencia de tres visitantes
del cielo, guías que le acompañaron en sus visiones de los futuros
de la humanidad. Poco antes de su muerte, le dictó sus revelaciones
a su hijo, Set. Al igual que con las enseñanzas del pro-feta Enoc,
que dictó los secretos de la creación a su hijo Matusalén, cuando ya
tenía una edad avanzada, los textos empiezan con Adán que enseña a
su hijo «a los setecientos años... ».13
Tras un breve resumen de su
vida con Eva, madre de Set, Adán comparte sus visiones de
acontecimientos que todavía han de suceder.
«Ahora bien, Set, hijo
mío, te voy a explicar las cosas que esos hombres que he visto ante
mí me han revelado... » 14
Adán le habla del gran diluvio de Noé,
que todavía había de llegar, con todos los detalles sobre su familia
y el arca que les salvará la vida.
Quizá la más significativa de las revelaciones de Adán sea la
descripción de un salvador al que él denomina el «Luminar». Adán
habla de una tierra constantemente azotada por las inundaciones y
los incendios hasta que el Luminar aparezca por tercera vez. Tras su
aparición, las grandes potencias del mundo cuestionarán con
incredulidad su poder, autoridad y facultades. A través de una serie
de trece escenarios, Adán describe trece reinos que identifican
falsamente la procedencia del Luminar, con orígenes tan variados
como «dos luminares», «un gran profeta», «el león que está
debajo...».
Es una generación futura «sin rey» la que identificará
correctamente los orígenes del Luminar como alguien escogido por la
divinidad de entre todos los tiempos, pasados y futuros, y lo traerá
al presente: «Dios le eligió a él entre todos los eones. Generó el
conocimiento del impoluto sobre la verdad que llegaría a habitar en
él».15 Estos textos ofrecen claramente nuevas perspectivas y
revelaciones renovadas sobre los detalles fragmentados que suelen
quedar en las versiones «autorizadas» de nuestra antigua herencia.
El trueno: mente perfecta Quizá la más poderosa de las obras de Nag Hammadi sea un singular
texto escrito por una mujer de la tradición gnóstica, titulado
El
trueno: mente perfecta. Según las palabras de uno de los traductores
de los textos, George W MacRae, esta obra es «prácticamente única y
muy extraordinaria en la biblioteca de Nag Hammadi».16 El manuscrito
está escrito en primera persona en forma de diálogo, donde la
autora anónima
proclama haber experimentado muchas de las dicotomías de la
experiencia humana.
«Pues yo soy la primera y la última. Soy la
respetada y la despreciada. Soy la ramera y la santa. Soy la esposa
y la virgen. Soy la estéril y muchos son sus hijos.» 17
Mediante series de palabras que nos recuerdan la poesía encontrada
en los manuscritos del mar Muerto, ella nos recuerda que dentro de
cada persona se hallan posibilidades para todo tipo de experiencias,
desde la luz más brillante hasta la más negra oscuridad. Luego
prosigue con un verso final en el que adviene a los lectores que
recuerden que cuando los seres humanos vayan a su lugar de descanso:
«Allí me encontrarán y vivirán, y jamás morirán».18
El evangelio de Tomás Uno de los textos más polémicos de
Nag Hammadi es el documento
conocido como el
Evangelio de Tomás. Al menos una parte de este
manuscrito se ha comprobado que fue traducido del griego al egipcio
copto, el lenguaje que usaban los cristianos en los monasterios de
Egipto a principios del primer milenio. El Evangelio de Tomás es una
rara colección de dichos, parábolas, historias y citas directas de
Jesús, que se creía que había sido recopilada por el hermano de
Jesús, Dídimo Judas Tomás. Es el mismo Tomás que posteriormente
fundaría las iglesias cristianas de Oriente.
Partes de este evangelio son muy similares al manuscrito llamado
Evangelio Q,19 un manuscrito fuente que se supone del siglo I. Los
textos «Q» -así llamados por la inicial de la palabra alemana
Quelle, que significa «fuente»-, son los que los autores del Nuevo
Testamento utilizaron como referencia. Sin embargo, hay muchas
partes del Evangelio de Tomás que no se encuentran en el Evangelio
Q, lo que da a entender que es una fuente independiente que puede
confirmar y validar otros textos que datan de la misma época.
Las palabras del Evangelio de Tomás son algunas de las más místicas
de los textos gnósticos. Al mismo tiempo, ante el rico contexto que
proporcionaron los manuscritos del mar Muerto, esas mismas palabras
adoptan un nuevo significado y ofrecen una nueva comprensión. Por
ejemplo, en respuesta a una pregunta de sus discípulos respecto a su
destino final en el mundo, el Evangelio de Tomás recoge que Jesús
explicó una parábola: «Pues hay cinco árboles en el paraíso para
vosotros que permanecen inmutables en invierno y en verano, cuyas
hojas no caen. Quienquiera que los conozca no experimentará la
muerte».20
Ante la ausencia de un marco de referencia para los
«cinco árboles», estas palabras ofrecen poco más que un proverbio
místico sobre el que reflexionar. Sin embargo, dentro del contexto
ofrecido por los ángeles de la vida esenios, 45
estas palabras se convierten en la fuente de confirmación de la
ciencia antigua de la vida eterna: las cinco claves de pensamiento,
sentimiento, cuerpo, respiración y alimento. Los textos, al
confirmar que Jesús era un maestro de las tradiciones esenias,
prestan credibilidad adicional a la interpretación de esta
referencia mística para la vida eterna.
MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA, LA RELIGIÓN Y LOS MILAGROS
Los mismos textos que conservaban las profecías sugieren que es
posible transmutar tales predicciones de cambios catastróficos,
incluso las que parecen inminentes. Textos como los Evangelios
esenios y
la biblioteca de Nag Hammadi describen una sabiduría que
nos permite reunir nuestras visiones que afirman la vida en una
voluntad colectiva para remodelar nuestro futuro.
Al hacer esto,
volvemos a definir las antiguas visiones que hablan de la elevación
del nivel del mar, devastadores terremotos, llamaradas solares que
ponen en peligro la vida y la amenaza de una guerra mundial.
Por diferentes que en algunos aspectos nos puedan parecer los
detalles de nuestra herencia perdida, hay temas comunes que conectan
los textos con una significativa fuente de conocimiento para
nuestros días. Mediante la sabiduría que antecede a la historia, se
nos recuerda que las opciones personales de reafirmar la vida en el
mundo de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones se reflejan
como tiempos de paz y de perdón en el mundo colectivo de nuestras
familias y comunidades.
Del mismo modo, las elecciones que nieguen
el regalo de la vida en nuestros cuerpos se reflejan como
desasosiego, opresión y guerra en nuestras ciudades, gobiernos y
naciones. Una vez más se nos invita a recordar que el mundo interior
y el exterior son un reflejo el uno del otro. La simplicidad que
encierra este único recuerdo es la que hace que los milagros, como
la sanación que he explicado al principio de este capítulo, sean un
hecho y no una probabilidad.
Quizá de
los elementos que se perdieron en las revisiones y recortes
del Concilio de Nicea en el siglo IV, las ciencias de la
profecía y
de la oración sean los que más poderes pueden conferimos.
Consideradas por muchos como las más antiguas de todas las ciencias, estas tecnologías internas representan nuestra
oportunidad para primero identificar las futuras consecuencias de
nuestras decisiones actuales y luego escoger nuestro futuro con
seguridad y confianza.
Aquí leo lo que siempre ha sido, lo que era ahora y lo que podría
llegar a pasar. EL EVANGELIO ESENIO DE LA PAZ
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