2 - Palabras perdidas de un pueblo olvidado
Más allá de la ciencia, de la religión y de los milagros


Había sucedido muy deprisa. A veces el sentimiento que deja un acontecimiento dura más que el propio acontecimiento. Ese era uno de esos casos. Rebobiné la escena una y otra vez en mi mente. A cámara lenta podía congelar cada imagen. Con el aplomo y la sensación del observador que está a salvo, estudié los detalles en busca de una respuesta, algo en mi mundo conocido que diera sentido a lo que acababa de presenciar.


Sólo unos momentos antes, había reparado en el anciano caballero mientras cruzaba el aparcamiento para dirigirme al restaurante a orillas del mar. Le había visto con una mujer, que supuse que era su esposa, abriéndose paso a través de un pequeño grupo de gente para llegar a la acera de enfrente de la recepción. Los dos habían traspasado las puertas batientes para adentrarse en el tórrido y espeso aire de una noche de verano en la costa de Georgia.

 

Su andador de acero inoxidable precedía cada uno de sus pasos, asegurándole una posición estable desde la cual abordar el siguiente movimiento.


De pronto cambió el ritmo. Inesperadamente había llegado a una curva con un desnivel de unos 15 centímetros respecto al nivel de la acera de la calle. Observé a cámara lenta cómo su andador se tambaleaba con incertidumbre, volcaba y se estrellaba contra el asfalto, todavía caliente por el implacable sol del verano.

 

El hombre, agarrando con confianza las asas de su fiel aparato, cayó encima de él. Yacía inconsciente. Como un observador surrealista, permanecí de pie en la calle sin moverme. En silencio. Observando. El viento parecía engañar a mis oídos trayéndome fragmentos de los aterradores gritos de su esposa. « ¡Socorro! ¡Por favor, que alguien nos ayude! » La fuerza de su voz traicionaba su frágil y delicado cuerpo.


A los pocos segundos yo estaba a su lado. Sin embargo, a pesar de la rapidez con la que me moví, no fui el primero. En mi silenciosa observación no me había fijado en que hubiera alguien más alrededor, ni que nadie se acercara. Había otra mujer, ya arrodillada en el suelo al lado del hombre que se había caído y le había colocado la cabeza en su falda. Una hilera de sangre en forma de zigzag se dejaba ver en la base del cráneo, justo debajo de la oreja. Ella le inclinó suavemente la cabeza para localizar de dónde salía la sangre.

 

A la luz de las tenues luces de la entrada del restaurante, pude ver los pliegues de su piel que se superponían entre sí y ocultaban cualquier herida que pudiera estar provocando la hemorragia.


La mujer separó cuidadosamente cada uno de ellos hasta que encontró la herida. La sangre adoptaba un extraño color con el resplandor del vapor de mercurio que desprendía la farola que teníamos encima. Al principio parecía otra capa de piel. Luego pude divisar una zona más oscura, un profundo destello, mientras separaba el pliegue. Sin articular palabra, la mujer tocó el tejido roto y empezó a acariciar la herida como si estuviera acariciando a una mascota. Miré su cara. Tenía los ojos cerrados mientras le inclinaba la cabeza en dirección al cielo. Al ver el incidente desde el restaurante, un grupo de personas se habían reunido a nuestro alrededor.

 

Salvo por un susurro esporádico de alguien que acababa de llegar, nadie dijo ni una palabra. Todo el grupo permanecía de pie sin moverse y en silencio, como si se hubiera acordado una señal silenciosa. Posteriormente, esa misma tarde, algunos de los espectadores dijeron haber experimentado una especie de sentimiento sagrado en aquel momento. Algunos llegaron incluso a sospechar que se estaba produciendo un acto sagrado.


En conjunto, nos quedamos en trance ante lo que vimos. Al principio no estábamos seguros de lo que pasaba. Mientras nuestros sentidos sugerían una cosa, nuestra lógica dictaba otra. Allí, en el mal iluminado aparcamiento de ese pequeño restaurante, presencié lo que la ciencia moderna hubiera calificado de milagro. Ante la mirada de doce testigos o más, mientras la mujer acariciaba silenciosamente la herida en la carne del hombre, la herida empezó a desaparecer. En cuestión de segundos su herida se había cerrado sin dejar ninguna huella de la caída que acababa de sufrir.


Alguien en el restaurante había llamado al teléfono de urgencias y los paramédicos no tardaron en llegar. Cuando sus linternas anunciaban su llegada, el grupo se separó, para que los enfermeros accedieran al pequeño círculo donde el hombre todavía estaba con la cabeza en la falda de la mujer.

 

Todavía abrazando la cabeza y los hombros del anciano, la mujer cedió su sitio al asistente médico sanitario. Nosotros observábamos mientras él examinaba las manchas de sangre de la camisa. Su experiencia le llevó rápidamente a localizar el lugar de la herida en la parte posterior de la cabeza y luego justo debajo de la oreja. Al igual que había hecho poco antes la mujer, el paramédico separó cuidadosamente los pliegues de la piel de donde la sangre se había estancado. Para la sorpresa del paramédico y el asombro de los testigos, no había herida.

 

La sangre parecía sencillamente haber aparecido en un punto del cuello del anciano, haber seguido su curso y salpicado el cuello de su camisa. No había rastro de herida, incisión o cicatriz. ¡La sangre, todavía húmeda en la camisa del hombre, parecía no tener fuente! Mientras observaba la escena, me sobrevino la pregunta: «¿Cómo es posible?». Con una ciencia tan avanzada que puede penetrar en el mundo de un átomo y construir máquinas que viajan hasta los límites de nuestra galaxia, ¿por qué esa misma ciencia considera la sanación que acabo de presenciar como un milagro?

 


LAS PALABRAS PERDIDAS
Aunque en la ciencia de Occidente no tenemos un marco de referencia para tales cosas, estas sí entran dentro del ámbito de las tradiciones indígenas y de los textos antiguos. Además, las mismas tradiciones nos recuerdan que es ahora, durante la convergencia de muchos ciclos de tiempo, cuando reconoceremos la' importancia de semejantes milagros. Cuando contemplamos acontecimientos que están fuera del alcance de la ciencia aceptada, reavivamos el recuerdo de un poder que ha vivido en nuestro interior durante cientos de generaciones.

 

Durante casi dos milenios, nuestro poder ha estado latente, mientras los retos de la historia de la humanidad nos ponían a prueba. Las mismas tradiciones nos sugieren que ahora despertaremos nuestros dones para enfrentamos a retos aún mayores durante nuestra vida. Al hacerlo, abriremos las puertas de una era de paz y de cooperación sin precedentes, a la vez que aseguraremos un futuro a las generaciones que han de venir.


¿Por qué, entonces, suponen los extremos de la naturaleza y la intranquilidad social del mundo actual semejante misterio para la comprensión occidental? Al igual que nuestras explicaciones de los procesos naturales nos han servido hasta ahora, ¿podría nuestro entendimiento ser incompleto? ¿Falta algo? ¿Es posible que en los recovecos de nuestra mente colectiva hayamos perdido el conocimiento que nos permite dar sentido a lo que aparentemente no lo tiene?


En la segunda mitad del siglo XX se han descubierto documentos que aclaran esta pregunta tan común. Los antiguos manuscritos de origen arameo, etíope, copto egipcio, griego y latino apoyan a las tradiciones indígenas e indican con seguridad que la respuesta es «¡sí!».



UNA TECNOLOGÍA OLVIDADA
Hace mil setecientos años, se perdieron elementos clave de nuestra antigua herencia, al quedar relegados a los sacerdotes, de suyo elitistas, y a las tradiciones esotéricas de aquellos tiempos. En un esfuerzo por simplificar las vagamente organizadas tradiciones históricas y religiosas de su tiempo, en el siglo IV, el emperador romano Constantino formó un consejo de historiadores y eruditos. Lo que posteriormente se conocería como el Concilio de Nicea cumplió sus directrices y recomendó que al menos veinticinco documentos fueran modificados o eliminados de la colección de textos.' El comité consideró que muchas de las obras que estaban revisando eran redundantes, solapaban historias y repetían parábolas.

 

Otros manuscritos eran tan abstractos y en algunos casos tan místicos que se creyó que no tenían ningún valor práctico. Además, otros veinte documentos de apoyo fueron eliminados y quedaron reservados para los investigadores privilegiados y eruditos selectos. Los libros restantes fueron condensados y reestructurados, para darles mayor significado y hacerlos más accesibles al lector común.


Cada una de estas decisiones contribuyó a confundir cada vez más el misterio de nuestro propósito, posibilidades y relaciones mutuas. El fruto de su tarea produjo un único documento en el año 325. El resultado de su labor todavía se encuentra entre nosotros como lo que quizá sean los textos de historia sagrada que más controversias han suscitado. Es lo que en la actualidad conocemos como la Sagrada Biblia.


Mil setecientos años después, las implicaciones de las acciones del Concilio de Nicea todavía continúan moldeando la política, la estructura social, el entendimiento religioso y la tecnología de nuestras vidas. Aunque vivimos en un sofisticado mundo regido por la ciencia, las suposiciones que nos condujeron a nuestros logros técnicos están firmemente enraizadas en nuestras creencias sobre cómo nos relacionamos con el mundo. Esta comprensión, desarrollada hace miles de años, se ha convertido en el fundamento de nuestra ciencia. Por ejemplo, ¿cómo sería la tecnología del petróleo que rige nuestra economía actual, si en su lugar hubiéramos reconocido las leyes de la armonía y conectado nuestras máquinas a la banda de energía de siete centímetros de amplitud que impregna nuestro mundo?

 

Esta tecnología sólo es posible con un sistema de creencias que comprenda las leyes holistas de la naturaleza, los mismos principios que desaparecieron de nuestras tradiciones sagradas hace casi dos milenios. Quizá nuestro fallo en reconocer estas relaciones se refleje en una tecnología que cree que hemos de aprovechar quemando o haciendo estallar formas de energía para alimentar energética-mente a nuestro mundo. Estas expresiones exteriores de tecnología pueden estar reflejando nuestro sentido interior de separación.


Es evidente que hace casi dos mil años los miembros del Concilio de Nicea no podían haber previsto estas implicaciones, ni siquiera los traductores de dichos textos cientos de años después. Por ejemplo, una frase atribuida al arzobispo Wake de Canterbury da a entender su inocencia respecto a las correcciones niceas cuando al preguntarle por qué eligió la pesada y aburrida tarea de traducir los textos en lugar de permitirse la libertad creativa de escribir los suyos propios, el arzobispo respondió:

«Porque suponía que estos escritos serían mejor aceptados y sin prejuicios por todo tipo de personas, que cualquier otra cosa escrita por alguien contemporáneo».2

¿Cómo podían saber los miembros del concilio del siglo IV que el libro que crearon acabaría convirtiéndose en la base de una de las grandes religiones del mundo?


Últimamente se han recuperado, traducido y puesto a disposición del público documentos personales y bibliotecas enteras que se habían perdido tras la muerte de Cristo. Que yo sepa no existe una sola recopilación que contenga toda la información, puesto que las traducciones son producto de distintos autores que han trabajado en distintos idiomas en el transcurso de los siglos. Sin embargo, esporádicamente han traducido textos en bloque. Gracias al trabajo de los eruditos modernos, una de esas recopilaciones de libros bíblicos perdidos se publicó a principios del siglo XX.'

 

Entre los documentos identificados como suprimidos de nuestra Biblia moderna se encuentran estos libros:

  • Bernabé Maria

  • Clemente I Magnesios

  • Clemente II Nicodemo

  • Cristo y Abgaro Pablo y Séneca

  • El credo de los apóstoles Pablo y Tecla

  • Hermas I-Visiones Filipenses

  • mas I1-Mandatos Filadelfos

  • Hermas III-Similitudes Policarpio

  • Efesios Romanos

  • Infancia I Trallanos

  • Infancia II Correspondencia entre Herodes y Pilatos

A continuación expongo un resumen parcial de los textos complementarios eliminados durante las revisiones del siglo IV. Estos textos normalmente quedaron reservados para los eruditos.'

  • El libro primero de Adán y Eva Símeón

  • El libro segundo de Adán y Eva Leví

  • Los secretos de Enoc Judá

  • Los salmos de Salomón Izacar

  • Las odas de Salomón Zabulón

  • El libro cuarto de los Macabeos Dan

  • La historia de Ajícar Neftalí

  • El testamento de Rubén Gad

  • Aser Benjamín

  • José

Las consecuencias de eliminar, o en algunos casos de alterar, estos 41 libros, y posiblemente algunos más, que describían nuestra herencia y relación con el cosmos, todavía deja notar sus efectos. La ausencia de estos textos clave podría explicar la sensación que muchas personas han expresado de que nuestros textos bíblicos están desperdigados e incompletos. Tanto para los investigadores serios como para los historiadores aficionados la existencia de estos documentos les devuelve un sentido de solución de incógnitas. Como si fuera un misterio moderno, es ahora, casi después de haber transcurrido dos mil años de su desaparición de nuestra literatura abierta, cuando podemos completar nuestra historia.


Mientras cada uno de los libros perdidos contribuye a que comprendamos nuestro pasado, hay unos que tienen mayores consecuencias que otros. Entre los más significativos están aquellos que describen las vidas de las personas que el tiempo ha hecho que veamos como más que humanas por sus logros. El Libro de María, la madre de Jesús, es uno de esos ejemplos.

 

Durante siglos los eruditos han especulado sobre si María desempeñó un papel mucho más significativo en la vida de Jesús que el que podemos ver en las descripciones abreviadas de su vida que aparecen en nuestra Biblia moderna. Gracias al libro que lleva su nombre, podemos conocer la herencia y los valores familiares que condujeron a Marta a su función de madre de Jesús. En los textos posteriores al Libro de María, se nos muestra cómo ella guió a su hijo, inculcándole los valores que le concederían sus dones de sanación y de profecía para servir mejor a la humanidad y en el más allá.


Los padres de María, por ejemplo, eran descendientes del linaje de David, una de las primeras tribus de Israel. Su padre y su madre, Joaquín y Ana, llevaban casados aproximadamente unos veinte años antes de concebir a su primera y única hija. El espíritu de María entró en el útero de Ana tras un sueño que tanto ella como Joaquín compartieron desde distintos lugares, en la misma tarde. En la presencia de un «ángel del Señor», aceptaron el voto de que su hija sería «entregada al Señor desde su infancia y llena del Espíritu Santo desde el útero materno». El nombre de su hija sería María, y debido a su pureza sería apta para aceptar una inusual concepción a los catorce años. Otros libros adicionales siguen describiendo el tiempo que transcurrió hasta el nacimiento de Jesús e inmediatamente después, así como los milagros que no se habían contado que realizó durante su infancia.


Quizá los Libros de Adán y Eva ofrezcan algunas de las visiones más importantes acerca de nuestro papel en la historia y nuestras creencias actuales. El Libro primero de Adán y Eva comienza después de la Creación, con una descripción de la localización del «jardín», que se supone que es el jardín del Edén. Creado «al este de la Tierra», el jardín estaba situado,

«en la frontera al este del mundo, en dirección hacia la salida del sol, más allá de la cual lo único que hay es agua, que rodea todo el mundo y llega hasta las fronteras del cielo. Y al norte del jardín hay un manantial de agua, clara y pura para el paladar, más que ninguna otra cosa».6

Al cabo de un tiempo, cuando Adán y Eva fueron expulsados del jardín, se les dio un extraño horario que describía la duración de su exilio, extensible a todos sus descendientes, hasta un momento específico en el tiempo. En lo que sería la primera de las grandes profecías, su Creador les dice a Adán y Eva que «he dispuesto esta tierra donde pasaréis días y años, y tú y tus simientes morarán y caminarán por ella hasta que los días y los años se hayan cumplido». Este tiempo del cumplimiento se prevé para después de los «grandes cinco días y medio», definidos más adelante como «cinco mil quinientos años». Será entonces, al final de un gran ciclo de tiempo, que «Alguien vendrá y salvará» a Adán y sus descendientes.


Durante casi dos mil años hemos especulado sobre el tiempo perdido y los evidentes vacíos en los textos bíblicos. Ahora la recuperación de los libros perdidos de la Biblia han aclarado preguntas y posiblemente hayan abierto la puerta a otras aun mayores respecto a nuestra comprensión del mundo. Lo que sabemos es que, en el mejor de los casos, nuestra visión e interpretación de la historia, así como nuestro papel en la creación, es incompleto.

 

¿Es posible que los propios fundamentos de nuestra sociedad y cultura, nuestro lenguaje, religión, ciencia, tecnología, e incluso el modo en que nos amamos unos a otros, se basen en un entendimiento incompleto de nuestra historia más sagrada y antigua? ¿Qué es lo que hemos olvidado de nuestra relación con las fuerzas del mundo que nublan nuestra comprensión de la sanación que tuvo lugar en el aparcamiento del restaurante esa tarde en Georgia? Quizás el vacío en nuestro entendimiento pueda ser llenado al fin, gracias a las nuevas revelaciones de una sabiduría que supone la base de una de las religiones más importantes del mundo: las enseñanzas de los antiguos esenios.

 


LOS MISTERIOSOS ESENIOS
Quinientos años antes del nacimiento de Cristo, un misterioso grupo de eruditos formaron comunidades para practicar una antigua enseñanza cuyo origen se remontaba a tiempos anteriores a la historia tal como nosotros la conocemos. Denominados todos ellos esenios, en realidad eran varias sectas entre las que se incluían los nazireos y los ebionitas. Los eruditos romanos y judíos se referían a los esenios como «una raza en sí misma, que sobresalía más que ninguna otra en el mundo».

 

En los escritos antiguos se encuentran fragmentos de sus tradiciones, como los glifos sumerios, que datan del 4000 a.C. En este antiguo linaje de sabiduría se pueden encontrar elementos de prácticamente todos los sistemas de creencias importantes del mundo, incluyendo los de China, Tíbet, Egipto, India, Palestina, Grecia y el sudoeste americano. Además, muchas de las grandes tradiciones del mundo occidental tienen sus raíces en el mismo tronco de información, entre las que se encuentran los masones, los gnósticos, los cristianos y los cabalistas.'


También conocidos como «los elegidos» y «los escogidos», los esenios fueron el primer pueblo que condenó abiertamente la esclavitud, el uso de sirvientes y matar a los animales para comer. Dado que veían el trabajo físico como una comunión con la tierra, eran agricultores y vivían cerca de los campos que los alimentaban. Los esenios consideraban la oración como el lenguaje a través del cual honraban a la naturaleza y a la inteligencia creativa del cosmos; no hacían diferencias entre ambos. Oraban con regularidad. La primera oración del día tenía lugar al levantarse en la oscuridad anterior al alba para ir a trabajar al campo. A continuación oraban antes y después de cada comida, y luego una vez más al retirarse al final del día. Consideraban su práctica de orar como una oportunidad de participar en el proceso creativo de sus vidas, en lugar de un ritual estructurado que se había de realizar durante el día.


Vegetarianos estrictos según las pautas actuales, las comunidades esenias se abstenían de comer carne fresca, alimentos derivados de la sangre y líquidos fermentados. Quizás una de las explicaciones más claras de su dieta se pueda encontrar en el siguiente pasaje de los manuscritos del mar Muerto:

«No mates el alimento que te llevas a la boca. Pues si comes alimento vivo, este te dará vida, pero si matas tu comida, el alimento muerto también te matará. Pues la vida sólo procede de la vida, y la muerte siempre viene de la muerte. Todo aquello que mate tus alimentos, también mata tu cuerpo».9

Su estilo de vida les permitía llegar a edades avanzadas, hasta los 120 años o más, con vitalidad y mucha resistencia.


Los esenios eran meticulosos eruditos, registraban y documentaban sus tradiciones para unas generaciones futuras que sólo podían imaginar. Puede que el mejor ejemplo de su obra se encuentre en las bibliotecas ocultas que dejaron por todo el mundo. Al igual que cápsulas del tiempo metódicamente situadas, sus manuscritos proporcionan instantáneas del pensamiento de un pueblo antiguo y de una sabiduría olvidada. ¿Cuál es su mensaje para nosotros?

 


LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO
Una de las bibliotecas esenias más accesibles y polémicas fue descubierta escondida entre las olvidadas cuevas del área de Qumrán, en las alturas frente al mar Muerto. Se cree que los documentos ocultados por seguridad, conocidos en su conjunto como manuscritos del mar Muerto, ascendían casi a mil. Tras el descubrimiento inicial de los manuscritos por tribus beduinas en 1946-1947, no se verificó su antigüedad hasta la primavera de 1948. Durante ese tiempo los especialistas de la Escuela Estadounidense para la Investigación de Oriente confirmaron la antigüedad de los siete primeros manuscritos. Manual de disciplina, Leyendas de los patriarcas, Salmos de acción de gracias, Comentario de Habacuc, Manuscrito de la guerra y el Libro de Isaías (dos copias), se calculó que habían sido escritos cientos de años antes que ningún otro texto hallado en Tierra Santa.

 

En 1956, se habían descubierto un total de once cuevas. En su conjunto albergaban los restos de aproximadamente 870 manuscritos, compuestos de 22.000 fragmentos de papiro, pergamino y rollos metálicos. Un yacimiento por sí solo, la cueva número cuatro, contenía aproximadamente 15.000 fragmentos, la reserva más extensa desenterrada hasta la fecha.


La traducción y la publicación de los manuscritos ha estado sometida a grandes controversias durante más de cuarenta años. Hasta hace poco el acceso a la biblioteca del mar Muerto estaba limitado a un equipo de ocho eruditos. No fue hasta la década de los noventa, a raíz de la presión política y académica, que el contenido de la biblioteca de manuscritos de las cuevas de Qumrán fue puesto al alcance del público. En 1991, la Biblioteca Huntington del sur de California anunció que se hallaba en posesión de un juego completo de fotografías de los manuscritos del mar Muerto y que este se pondría a disposición del público. Emanuel Tov, responsable del equipo oficial de los manuscritos, siguió el ejemplo y en el mes de noviembre del mismo año anunció el «libre e incondicional acceso a todas las fotografías de los manuscritos del mar Muerto, incluyendo rollos que no se habían dado a conocer»10


La todavía actual controversia sobre los rollos nos invita a plantearnos la misma pregunta, una y otra vez. ¿Qué mensaje podría contener un texto de dos mil años de antigüedad, que provocara su secreto durante casi medio siglo después de su descubrimiento? ¿Qué debían decir estos 22.000 fragmentos de cobre, cuero y papiro que pudiera causar impacto en nuestra vida actual?


Una de las razones para el retraso de la publicación de las traducciones de los manuscritos es que estos parecían ser versiones anteriores de nuestra Biblia moderna. Por fascinante que pueda resultar al principio este descubrimiento, el problema se encuentra en las discrepancias entre los textos originales transcritos por los esenios y las biblias aceptadas hoy en día. Los documentos hallados en las cuevas del mar Muerto no fueron sometidos a las revisiones del concilio de Nicea del siglo IV, a las traducciones a las lenguas de Occidente o a la interpretación de los eruditos durante los últimos dos mil años.


En los manuscritos hay historias, parábolas y una historia que no se había vuelto a ver desde que fue eliminada de la versión canónica de nuestra Biblia a principios del siglo IV. Escritos en hebreo y arameo, incluyen textos que se dice que, en algunos casos, procedían de los propios ángeles. Además, la biblioteca contiene aspectos poco corrientes de las vidas de algunos profetas como Enoc y Noé, y de al menos doce textos desconocidos anteriormente escritos por Moisés. Ninguno de estos documentos se encuentra en nuestra Biblia. Es evidente que los manuscritos de las cuevas de Qumrán no han hecho más que empezar a abrir la puerta a nuevas posibilidades en nuestras relaciones con nuestro pasado colectivo y entre nosotros.

 


LOS SECRETOS DE LOS ESENIOS
Un extracto de los manuscritos del mar Muerto nos aclara por qué los antiguos esenios se separaron de las zonas urbanas de su tiempo y formaron comunidades en el desierto:

«Siempre han vivido los hijos de la luz donde se regocijan los ángeles de la madre terrenal:' cerca de los ríos, de los árboles, de las flores, de la música de los pájaros, donde el sol y la lluvia pueden abrazar al cuerpo que es el templo del espíritu»."

La naturaleza y las leyes naturales eran la clave de la forma de vida de los esenios. Se puede hallar la vía para comprender su visión del mundo en sus creencias respecto a la relación entre el cuerpo humano y los elementos de la Tierra.


Para los esenios de Qumrán, la palabra ángel describía los elementos del mundo que hoy vemos como fuerzas eléctricas y magnéticas. Algunas fuerzas eran visibles y tangibles, mientras que otras eran etéricas, aunque estaban igualmente presentes, por ejemplo, una referencia al «ángel de la tierra» puede incluir al ángel del aire y a los del agua y de la luz. Las fuerzas de la emoción y la conciencia también eran consideradas como ángeles, como los ángeles del júbilo, del trabajo y del amor. Estas revelaciones del pensamiento de los esenios nos permiten ver sus palabras 2.500 años después con una nueva esperanza y comprensión.


En el lenguaje de su tiempo, los autores de los manuscritos del mar Muerto ofrecían una visión del mundo que tiene en cuenta una relación holista y unificada entre la Tierra y nuestros cuerpos. Mediante palabras elocuentes y poéticos recordatorios, los textos de Qumrán nos recuerdan que somos el producto de una unión muy especial, un matrimonio sagrado entre el alma de los cielos y el tejido de nuestro mundo. El principio afirma que todos sin excepción formamos parte de todo lo que vemos como nuestro mundo, y que estamos íntimamente interconectados dentro del mismo. Mediante hilos invisibles y cuerdas interminables, somos parte de cada una de las expresiones de la vida. Cualquier roca, árbol y montaña, cualquier río y océano forma parte de nosotros. Quizá lo más importante sea que a ti y a mí nos recuerdan que ambos formamos parte el uno del otro.


Las tradiciones esenias hacen referencia a esta unión como a la de «nuestra Madre Tierra» y «nuestro Padre en el Cielo»:

«Pues el espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su cuerpo del cuerpo de la Madre Terrenal. Tu Madre está en ti y tú en ella. Ella te dio a luz: ella te da la vida. Fue ella quien te dio tu cuerpo... como el cuerpo de un recién nacido nace del útero de su madre»."

Nosotros somos la unión asexuada de estas fuerzas, la masculina de «nuestro Padre en el Cielo» fusionada con la femenina de «nuestra Madre Tierra».


Esta visión unificada nos invita a considerar que a través del hilo común que une nuestros cuerpos con la Tierra, las experiencias de una persona se proyectan en otra. Mientras se honre al matrimonio, la unión entre la Tierra y el espíritu continúa y el tierno templo de nuestro cuerpo seguirá viviendo. Cuando se rompe el acuerdo, finaliza la unión, nuestro templo muere y las fuerzas de la Tierra y el espíritu regresan a sus respectivos lugares de origen.


La sabiduría esenia, con estos sutiles conceptos, se encontraba entre la inconexa colección de textos que formarían nuestras tradiciones bíblicas actuales. Esos mismos textos, entre otros documentos, fueron eliminados por el Concilio de Nicea en las revisiones realizadas en el siglo IV. La elegante simplicidad que conecta las grandes enseñanzas de los esenios con elementos significativos de nuestras vidas actuales fue redescubierta -conservadas en muy buen estado- en las grandes bibliotecas de la casa de los Habsburgo alemanes y de la Iglesia Católica.

 

Los manuscritos del Vaticano, que habían sido guardados durante más de 1.500 años, fueron esenciales entre todos los documentos que condujeron a Edmond Bordeaux Szekeley a publicar traducciones revisadas de estos extraordinarios textos esenios. En 1928 publicó el primero de una serie de trabajos que se conocerían como El evangelio esenio de la paz, donde se ofrecían nuevas revelaciones y un renovado respeto por este linaje de sabiduría que precede a casi todas las grandes religiones de la actualidad.

 


LA BIBLIOTECA DE NAG HAMMADI
Dos años antes del descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto ya se había descubierto otra biblioteca de sabiduría antigua, que cambiaría para siempre nuestras ideas sobre el cristianismo primitivo. En Nag Hammadi, perteneciente a la región del Alto Egipto, dos hermanos hallaron, en el mes de diciembre de 1945, una colección de manuscritos. Enterrados en una jarra sellada, los textos se componían de doce manuscritos completos y ocho páginas de un decimotercero, todos ellos escritos sobre un papel antiguo hecho de tiras de papiro. Toda la colección de documentos se conoce como la biblioteca de Nag Hammadi, y actualmente se conserva en el Museo Copto de El Cairo, Egipto.

 

La biblioteca de Nag Hammadi pasó por un sinfín de manos antes de que sus volúmenes fueran reconocidos, autentificados e introducidos en los registros del museo el día 4 de octubre de 1946. Aunque algunos manuscritos fueron destruidos al ser utilizados como combustibles para los hornos de la región, los que han sobrevivido lo han hecho en un sorprendente estado de conservación, y nos ofrecen revelaciones nuevas, y en algunos casos, inesperadas sobre las tradiciones de los antiguos gnósticos y los primeros cristianos.


La biblioteca de Nag Hammadi, que data del siglo IV, se inicia aproximadamente cuando los manuscritos del mar Muerto quedan relegados. Nunca antes habíamos visto semejante continuidad en las enseñanzas espirituales y religiosas del cristianismo primitivo, que incluyera su visión de nuestro tiempo mediante la profecía del futuro. Las tradiciones gnósticas se originaron en una época en que las primeras doctrinas cristianas estaban siendo remodeladas e iban a adoptar una nueva identidad. Los gnósticos se identificaban con las enseñanzas primordiales del cristianismo, en su forma original, y eligieron separarse, en lugar de seguir la comente de cambio que la tradición cristiana estaba llevando a cabo desde su base original de creencia.

 

Cuando el imperio romano se convirtió al cristianismo convencional, los gnósticos fueron los primeros relegados a la categoría de secta radical, y al final fueron totalmente excluidos del cristianismo. Libros como el Evangelio de María, el Apocalipsis de Pablo, el Apocalipsis de Santiago y el Apocalipsis de Adán, así como el Libro de Melquisedec han llegado a nuestros días como un testamento de la sabiduría gnóstica de enseñanzas poco comunes conservadas para generaciones futuras.

El apocalípsís de Adán
Puesto que el gnosticismo reconocía haberse originado dentro de las tradiciones del cristianismo primitivo, muchos de los textos gnósticos tienen sus homólogos en las historias, los mitos y las parábolas de los primeros textos cristianos. Cabe destacar entre los documentos de Nag Hammadi este extraño texto del Apocalipsis de Adán.

 

Este libro, recopilación de enseñanzas de inspiración y transmisión divina, es el relato del Adán que encontramos en el Génesis. Lo que hace único al Apocalipsis de Adán es su aparente ausencia de cualquier relación con otro material anterior. Según parece, este texto en particular ya estaba completo y bien establecido como una forma temprana de gnosticismo mucho antes de la literatura cristiana.


Adán comienza su relato describiendo la presencia de tres visitantes del cielo, guías que le acompañaron en sus visiones de los futuros de la humanidad. Poco antes de su muerte, le dictó sus revelaciones a su hijo, Set. Al igual que con las enseñanzas del pro-feta Enoc, que dictó los secretos de la creación a su hijo Matusalén, cuando ya tenía una edad avanzada, los textos empiezan con Adán que enseña a su hijo «a los setecientos años... ».13

 

Tras un breve resumen de su vida con Eva, madre de Set, Adán comparte sus visiones de acontecimientos que todavía han de suceder.

«Ahora bien, Set, hijo mío, te voy a explicar las cosas que esos hombres que he visto ante mí me han revelado... » 14

Adán le habla del gran diluvio de Noé, que todavía había de llegar, con todos los detalles sobre su familia y el arca que les salvará la vida.


Quizá la más significativa de las revelaciones de Adán sea la descripción de un salvador al que él denomina el «Luminar». Adán habla de una tierra constantemente azotada por las inundaciones y los incendios hasta que el Luminar aparezca por tercera vez. Tras su aparición, las grandes potencias del mundo cuestionarán con incredulidad su poder, autoridad y facultades. A través de una serie de trece escenarios, Adán describe trece reinos que identifican falsamente la procedencia del Luminar, con orígenes tan variados como «dos luminares», «un gran profeta», «el león que está debajo...».

 

Es una generación futura «sin rey» la que identificará correctamente los orígenes del Luminar como alguien escogido por la divinidad de entre todos los tiempos, pasados y futuros, y lo traerá al presente: «Dios le eligió a él entre todos los eones. Generó el conocimiento del impoluto sobre la verdad que llegaría a habitar en él».15 Estos textos ofrecen claramente nuevas perspectivas y revelaciones renovadas sobre los detalles fragmentados que suelen quedar en las versiones «autorizadas» de nuestra antigua herencia.

 


El trueno: mente perfecta
Quizá la más poderosa de las obras de Nag Hammadi sea un singular texto escrito por una mujer de la tradición gnóstica, titulado El trueno: mente perfecta. Según las palabras de uno de los traductores de los textos, George W MacRae, esta obra es «prácticamente única y muy extraordinaria en la biblioteca de Nag Hammadi».16 El manuscrito está escrito en primera persona en forma de diálogo, donde la autora anónima proclama haber experimentado muchas de las dicotomías de la experiencia humana.

«Pues yo soy la primera y la última. Soy la respetada y la despreciada. Soy la ramera y la santa. Soy la esposa y la virgen. Soy la estéril y muchos son sus hijos.» 17

Mediante series de palabras que nos recuerdan la poesía encontrada en los manuscritos del mar Muerto, ella nos recuerda que dentro de cada persona se hallan posibilidades para todo tipo de experiencias, desde la luz más brillante hasta la más negra oscuridad. Luego prosigue con un verso final en el que adviene a los lectores que recuerden que cuando los seres humanos vayan a su lugar de descanso: «Allí me encontrarán y vivirán, y jamás morirán».18

 


El evangelio de Tomás
Uno de los textos más polémicos de Nag Hammadi es el documento conocido como el Evangelio de Tomás. Al menos una parte de este manuscrito se ha comprobado que fue traducido del griego al egipcio copto, el lenguaje que usaban los cristianos en los monasterios de Egipto a principios del primer milenio. El Evangelio de Tomás es una rara colección de dichos, parábolas, historias y citas directas de Jesús, que se creía que había sido recopilada por el hermano de Jesús, Dídimo Judas Tomás. Es el mismo Tomás que posteriormente fundaría las iglesias cristianas de Oriente.


Partes de este evangelio son muy similares al manuscrito llamado Evangelio Q,19 un manuscrito fuente que se supone del siglo I. Los textos «Q» -así llamados por la inicial de la palabra alemana Quelle, que significa «fuente»-, son los que los autores del Nuevo Testamento utilizaron como referencia. Sin embargo, hay muchas partes del Evangelio de Tomás que no se encuentran en el Evangelio Q, lo que da a entender que es una fuente independiente que puede confirmar y validar otros textos que datan de la misma época.


Las palabras del Evangelio de Tomás son algunas de las más místicas de los textos gnósticos. Al mismo tiempo, ante el rico contexto que proporcionaron los manuscritos del mar Muerto, esas mismas palabras adoptan un nuevo significado y ofrecen una nueva comprensión. Por ejemplo, en respuesta a una pregunta de sus discípulos respecto a su destino final en el mundo, el Evangelio de Tomás recoge que Jesús explicó una parábola: «Pues hay cinco árboles en el paraíso para vosotros que permanecen inmutables en invierno y en verano, cuyas hojas no caen. Quienquiera que los conozca no experimentará la muerte».20

 

Ante la ausencia de un marco de referencia para los «cinco árboles», estas palabras ofrecen poco más que un proverbio místico sobre el que reflexionar. Sin embargo, dentro del contexto ofrecido por los ángeles de la vida esenios, 45 estas palabras se convierten en la fuente de confirmación de la ciencia antigua de la vida eterna: las cinco claves de pensamiento, sentimiento, cuerpo, respiración y alimento. Los textos, al confirmar que Jesús era un maestro de las tradiciones esenias, prestan credibilidad adicional a la interpretación de esta referencia mística para la vida eterna.

MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA, LA RELIGIÓN Y LOS MILAGROS
Los mismos textos que conservaban las profecías sugieren que es posible transmutar tales predicciones de cambios catastróficos, incluso las que parecen inminentes. Textos como los Evangelios esenios y la biblioteca de Nag Hammadi describen una sabiduría que nos permite reunir nuestras visiones que afirman la vida en una voluntad colectiva para remodelar nuestro futuro.

 

Al hacer esto, volvemos a definir las antiguas visiones que hablan de la elevación del nivel del mar, devastadores terremotos, llamaradas solares que ponen en peligro la vida y la amenaza de una guerra mundial.


Por diferentes que en algunos aspectos nos puedan parecer los detalles de nuestra herencia perdida, hay temas comunes que conectan los textos con una significativa fuente de conocimiento para nuestros días. Mediante la sabiduría que antecede a la historia, se nos recuerda que las opciones personales de reafirmar la vida en el mundo de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones se reflejan como tiempos de paz y de perdón en el mundo colectivo de nuestras familias y comunidades.

 

Del mismo modo, las elecciones que nieguen el regalo de la vida en nuestros cuerpos se reflejan como desasosiego, opresión y guerra en nuestras ciudades, gobiernos y naciones. Una vez más se nos invita a recordar que el mundo interior y el exterior son un reflejo el uno del otro. La simplicidad que encierra este único recuerdo es la que hace que los milagros, como la sanación que he explicado al principio de este capítulo, sean un hecho y no una probabilidad.


Quizá de los elementos que se perdieron en las revisiones y recortes del Concilio de Nicea en el siglo IV, las ciencias de la profecía y de la oración sean los que más poderes pueden conferimos. Consideradas por muchos como las más antiguas de todas las ciencias, estas tecnologías internas representan nuestra oportunidad para primero identificar las futuras consecuencias de nuestras decisiones actuales y luego escoger nuestro futuro con seguridad y confianza.

Aquí leo lo que siempre ha sido, lo que era ahora y lo que podría llegar a pasar.
EL EVANGELIO ESENIO DE LA PAZ

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